Queda claro que EE.UU no van a ceder en su empeño de que los cabecillas de las Farc sean extraditados.
Pletórico, Santos, interrumpió al presidente Donald Trump en la rueda de prensa que concedieron luego de la reunión que sostuvieron el mes pasado en la Casa Blanca, para exclamar que “más claro no canta un gallo”, luego de que el mandatario estadounidense hiciera un referencia protocolaria al proceso con la banda terrorista de las Farc.
Santos, desesperado por no salir con las manos vacías, intentó mostrarle al mundo entero que el gobierno de los Estados Unidos “apoya” su acuerdo con la banda terrorista de las Farc.
Lo primero: desde siempre, los Estados Unidos han tenido una posición respetuosa de las decisiones internas colombianas, pero cuando éstas afectan sus intereses, la situación cambia dramáticamente.
No son pocos los sectores políticos estadounidenses que registraron con preocupación el hecho de que Juan Manuel Santos haya desconocido alevosamente el resultado del plebiscito del 2 de octubre pasado. Aquella acción, abiertamente atentatoria contra la voluntad popular, lesionó de manera grave a la democracia colombiana, hecho que en Washington causa verdadera preocupación, pues aquello ubicó a nuestro país al mismo nivel de Venezuela.
Con Obama, tanto Santos como las Farc quedaron convencidos de que en adelante los Estados Unidos mirarían hacia otro lado en lo relacionado con la extradición, la denominada justicia especial de paz y la fumigación de cultivos ilícitos.
Los hechos recientes, se encargan de demostrar que para Washington, aquellos son asuntos sustantivos e insoslayables.
Santos le mintió al país, al no contar que en su reunión con el presidente Trump, éste le exigió que se retomara la fumigación aérea como medida efectiva para contener el acelerado crecimiento de hectáreas sembradas con coca.
En los Estados Unidos, no hay duda alguna de que nuestro país se ha convertido, durante el gobierno de Santos, en un verdadero mar de coca.
El secretario de Estado, Rex Tillerson, en reciente comparecencia en el Senado de los Estados Unidos, dejó en claro que su gobierno le ha manifestado a Santos que “hay que regresar a la fumigación, tenemos que destruir esos campos…Eso se lo dijo el presidente Trump directamente al presidente Santos”.
Otro tema clave, tiene que ver con las extradiciones. Las Farc son, en la práctica, una cuadrilla de extraditables. Todos sus cabecillas y algunos de sus mandos medios tienen requerimientos por parte de la justicia estadounidense. (Al respecto, lo invitamos a leer “Los extraditables de las Farc”).
Las autoridades norteamericanas tienen la certeza de que temprano o tarde, Timochenko, Iván Márquez, Joaquín Gómez, Pastor Alape y demás, terminarán, como en su momento les sucedió a los jefes de las AUC, embarcados en un avión de la DEA.
“Vamos a seguir adelante con los pedidos de extradición de miembros de las Farc”. Con esa frase, el embajador de los Estados Unidos en Bogotá despejó cualquier duda que hubiera al respecto. (Le sugerimos leer “La recompensa por Timochenko”)
Si bien es cierto que el Nobel de Paz Santos eximió a los cabecillas de la banda terrorista Farc de responderle a la justicia colombiana, no menos lo es que en las cortes estadounidenses muy poco les importa lo que suceda en Colombia o que su presidente haya sido premiado en Oslo. De hecho, los medios de comunicación norteamericanos no saben bien cómo se llama el presidente de Colombia, a quien presentan como Juan Manuel Sánchez. En pocas palabras, el Nobel de Santos no tiene la menor capacidad de deslumbrar a las autoridades judiciales norteamericanas que esperan ansiosamente que llegue la fecha para el cambio de gobierno en nuestro país.
Finalmente, está el asunto relacionado con la denominada justicia especial de paz, un mecanismo perverso que será implementado para dejar impunes los crímenes atroces cometidos por los miembros de las Farc.
Un nutrido grupo de legisladores estadounidenses, liderados por el senador Marco Rubio, ven con suma preocupación que la JEP sea utilizada con propósitos distintos al castigo efectivo de los delitos de lesa humanidad, particularmente para perseguir políticamente a quienes desde la democracia enfrentaron a la guerrilla de las Farc.
Así que los hechos posteriores a la reunión Santos-Trump, demuestran que efectivamente, el gallo no cantó tan claro como el presidente de Colombia nos informó. Al parecer, lo que en realidad sucedió es que Trump sí le cantó la tabla a Santos.
Publicado: junio 16 de 2017