El gobierno Santos no moverá un dedo para obligar a las Farc a reconocer el asesinato de Alberto Uribe Sierra.
El expresidente Uribe nunca ha posado de víctima de las Farc, ni ha hecho política buscando venganza por la muerte de su padre, Alberto Uribe Sierra, a manos de una cuadrilla de las Farc, el 14 de junio de 1983.
Lo cierto es que esa organización terrorista fue la responsable del homicidio del padre del expresidente, quien se encontraba en su hacienda Guacharacas, en el municipio de San Roque, Antioquia.
Una y otra vez, las personas que acompañaron a Uribe Sierra, han narrado con lujo de detalles cómo fue la incursión guerrillera que culminó con la muerte del empresario y con uno de sus hijos, Santiago, gravemente herido.
Las Farc, a través de sus voceros, se han dado a la tarea de negar aquel homicidio. Hace un par de años, el jefe terrorista, alias Pablo Catatumbo desafiando la verdad histórica negó que su banda terrorista hubiera perpetrado el crimen.
El burdo negacionismo de las Farc queda en evidencia al revisar el testimonio de uno de los acompañantes de Alberto Uribe el día del atentado mortal. Se trata de Bernardo Riberos, quien era el piloto del helicóptero en el que Uribe Sierra y sus hijos Santiago y María Isabel viajaron aquel día a la hacienda Guacharacas.
La situación de orden público en aquella zona era insufrible, razón por la que era prácticamente imposible llegar a la región por tierra, hecho que obligaba a hacerlo por vía aérea.
El plan de Uribe y sus hijos consistía en atender algunos asuntos administrativos de la hacienda para luego volar de vuelta a Medellín.
Aterrizaron en la finca a eso de las 4.30 de la tarde. No había pasado media hora, cuando descubrieron que un comando de 12 guerrilleros del frente 34 de las Farc había incursionado en la propiedad con el propósito de secuestrar al patriarca de la familia Uribe. 8 terroristas se parapetaron en las instalaciones de la escuela aledaña, 2 más se encargaron de reducir a los trabajadores y los 2 restantes se dirigieron a la casa donde estaban Alberto y sus hijos.
Narra el piloto del helicóptero, que tan pronto vio a los guerrilleros acercarse, don Alberto desenfundó su pistola para enfrentarlos. De inmediato se desató un intercambio de balas que culminó en la muerte del padre del expresidente Uribe.
Santiago, buscando salvar su vida, buscó refugio en una quebrada aledaña a la casa de la finca. El guerrillero que asesinó a Alberto Uribe lo vio mientras corría y abrió fuego en su contra, hiriéndolo en uno de sus pulmones. Cuando estaba tendido en el piso, dos terroristas se dirigieron hacia él con el propósito de rematarlo, pero Santiago logró convencerlos de que él era un simple comerciante de ganado que estaba visitando la hacienda.
Milagrosamente, los delincuentes creyeron la historia, dieron media vuelta y se concentraron en destruir el helicóptero en el que habían viajado los Uribe.
La aeronave había sido adquirida dos años antes por Alberto Uribe, quien para pagarla tramitó con Jaime Michelsen, entonces directivo del banco de Colombia, un crédito hipotecario. Para respaldarlo, puso como garantía la parte que le correspondía, precisamente, de la hacienda Guacharacas.
Narra un familiar de Alberto Uribe, en diálogo con LOS IRREVERENTES, que él “fue un hombre que tuvo muchas deudas bancarias. Vivió buena parte de su vida pagando intereses a las entidades financieras. Lo irónico es que sus hijos tuvieron que terminar de pagar el crédito que había tramitado para la compra de ese helicóptero y así evitaron que el banco se quedara con la finca Guacharacas, que estaba hipotecada”.
Está claro que el gobierno, cómplice de las Farc, no exigirá jamás que esa banda delincuencial reconozca el asesinato aleve de Alberto Uribe Sierra, ni mucho menos que ofrezca disculpas por aquel crimen. Al contrario, se nota claramente que la intención de Santos es la de promover la falsa historia de que el padre de los Uribe Vélez fue asesinado por Pablo Escobar, falacia que ahora difunde la desesperada hija de Jorge Eliécer Gaitán.
El punto de fondo en este caso es la estratificación de las víctimas de esa banda terrorista. Casos como el de los Uribe se cuentan por centenas. Se trata de familias que padecieron el rigor violento de las Farc y que no han sido reconocidas ni tenidas en cuenta en el proceso Santos-Timochenko. Y aquel manejo de las víctimas -cargado de ideología- en vez de acercar, aleja la posibilidad de construir una verdadera reconciliación nacional.
Publicado: abril 13 de 2017
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