Las víctimas de violación, o de acoso sexual, merecen ser respetadas y sus denuncias o silencios no deben admitir comentario o juicio social alguno.
La periodista Claudia Morales, hace pocos días, publicó una columna en la que contó que ella fue víctima de una violación por parte de uno de sus jefes.
Cuestionar a la víctima, además de ser una evidente revictimización, es ruin y denota la falta de humanidad y caridad humana de quien lo haga. Una agresión sexual, marca para siempre a quien la padeció.
Claudia Morales, ha ratificado su legítima decisión de no revelar el nombre de su victimario; aquello hay que respetarlo.
Como es natural, una denuncia en ese sentido, despertó la solidaridad de muchos, pues un crimen sexual debe ser rechazado sin ambages. Así mismo, los enemigos de Uribe vieron en este caso una oportunidad para señalar, sin evidencia ni razón alguna, al expresidente como el responsable de dicho crimen.
Lo lamentable es que muchos de los que de forma sibilina y cobarde han indicado que Uribe fue el agresor de Claudia Morales, no elevan ese señalamiento por solidaridad con la periodista, sino movidos por el odio que sienten contra el exmandatario de los colombianos.
Sin pretender restarle importancia al grave delito que se cometió contra Claudia, resulta supremamente delicada y dañina la cacería de brujas que se ha desatado con una evidente motivación política que la propia Claudia Morales reconoció en una reciente entrevista que le concedió a la revista Semana. Ante la pregunta de si “siente que han intentado manipular con fines políticos su columna, al mencionar al expresidente Uribe como posible abusador”, ella, de forma concreta respondió, “sin duda”.
La sociedad colombiana, polarizada al extremo, ha perdido la capacidad de emprender una sana crítica ante las coyunturas que se le presentan. Pareciera que no hay interés alguno de comprender el verdadero trasfondo de la columna de Claudia Morales en la que exalta el derecho de las víctimas de agresiones sexuales de guardar silencio y de sobrellevar en solitario su propia tragedia.
A los enemigos políticos de Uribe, a tres meses de unas elecciones en las que el Centro Democrático se perfila como la colectividad ganadora, el caso les cayó, al decir popular, como anillo al dedo. Claudia Morales no ha dicho que Uribe sea su agresor, pero para los interesados en acabar con él, aquello no es relevante. Su irresponsable sentencia es que el expresidente es el violador, con lo que además de utilizar inhumanamente a la víctima, le hacen un inmenso favor al verdadero violador que debe estar infinitamente agradecido con quienes –sabiéndolo o no- están tendiendo esta cortina de humo tras la que él podrá seguir mimetizándose. La hoja de vida de Morales es muy abultada. Muchos fueron sus jefes o superiores a lo largo de su exitosa carrera.
Para nadie es un secreto que Claudia Morales es crítica del expresidente. Ella no es la única periodista que ha expresado sus desacuerdos con él, pero eso no puede ser asumido como una “prueba reina” contra Uribe.
Resulta lamentable que el morbo y el odio pasen por encima del verdadero mensaje que quiso enviar una mujer víctima de violación, y que este caso sea utilizado como vehículo para perjudicar políticamente a un hombre al que desde siempre han intentado acriminar para aniquilar su carrera política.
Publicado: enero 25 de 2018