Dos fiestas, muchos patriotas

Dos días festivos que no tienen santos ni patronales, pero de profundo significado civil: el 20 de Julio, calificado como el Día de la Independencia, y el 7 de Agosto, Día de la Campaña Libertadora. El primero corresponde en la historia al año 1810 y el segundo a 1819. En el 20 de julio original sucede el acto central de la disputa del florero de Llorente, previamente concertado por los criollos inconformes con las autoridades españolas: los impuestos y los cargos públicos. En este momento nace la indignación al estado alcabalero que se expresa ante la Dian. También surge el sueño del ocio remunerado del empleado público, la lagartería que sale hasta por las hendijas de las puertas del infeliz congresista, el Presidente electo y los Ministros del despacho. Pero no es cualquier día el que conmemoramos los colombianos el 20 de julio de cada año calendario.

Ante la grave crisis política del reino de España – guerra con Inglaterra que arruinó su flota marina en las batallas de San Vicente 1798 y Trafalgar 1805- la condujo a la abdicación de la corona en cabeza de Fernando VII en favor de José Bonaparte, hermano del emperador francés, Napoleón Bonaparte, aliado de España. Para defender los españoles su monarquía y autonomía se forman las Juntas como la Suprema de España e Indias, luego la Junta Central y decenas de juntas no solo en tierra hispánica, sino en las de ultramar. Las autoridades virreinales en América quisieron que fueran mixtas para evitar desvaríos independentistas y por tanto ejercerían mando en nombre del Rey Fernando VII.

A raíz de esta figura de la Junta, los criollos de Santafé de Bogotá derivaron en un multitudinario acto con Cabildo Abierto y declararon que para gobernar en nombre de Fernando VII este debería residir en la Nueva Granada. Por supuesto que ganaron los que iban detrás de la independencia: Frutos Joaquín Gutiérrez, José Acevedo y Gómez, Antonio Nariño, Camilo Torres. Nueve años pasaron los patriotas debatiendo, discutiendo y disparando entre ellos, federalistas y centralistas, sin poder organizar el estado y su fuerza armada. Recuperada España de su crisis 1914, envió un ejército fresco al mando de Don Pablo Morillo que derribó el sueño y las cabezas de los independistas.

Para 1819, Simón Bolívar había organizado desde los llanos orientales la Campaña Libertadora, esa que en verdad obtuvo la independencia porque derrotó física y políticamente al ejército ocupante español. Bolívar, Santander y un grupo de soldados y oficiales colombianos y venezolanos ganaron la batalla del Puente de Boyacá, el 7 de Agosto. A partir de ahí nace la construcción de La Gran Colombia y la República de Colombia que pisamos hoy, tierra nuestra y firme.

¿Cuál de esas dos fechas es más simbólica e importante? Obvio que existe un cordón umbilical entrambas. Pero ¿acaso es más representativo un acto de rebeldía popular que el acto militar producido por una tropa popular diezmada por el paso del páramo de Pisba, sin destreza y sin chaquetillas, pero que se jugaban  vida y patria?

Por eso el desfile militar del 20 de julio está en el lugar equivocado. Así como lo está la denominación de “independencia”, porque la estupidez e irresponsabilidad con que se manejó la naciente república después del “Grito”, fue solo eso: un grito. Una cosa es la independencia en abstracto, en “metafísica”. Otra es la independencia real, física. Como los soldados no escriben la historia