Tatiana Cabello: Defendiendo la democracia, ¡Maestro!

Fue un gran honor para mí acompañar esta semana al Coronel Luis Alfonso Plazas Vega en el lanzamiento de su libro “Defendiendo la democracia, ¡Maestro!”. Por un lado, me llenó de esperanza ante la posibilidad de un  mejor país. Por otra parte, sentí que en ese acto simbólico se reivindicaba la gloria de un héroe de la patria y que se le rendía tributo a quien había sacrificado años de su vida al servicio de sus compatriotas. Y es que no se puede olvidar que el Coronel Plazas ha tenido que sacrificar una gran parte de su vida por defender su nombre, su honra y su actuar.  La Sentencia absolutoria fue un primer paso, su libro el segundo. Sin embargo, este es un largo camino por su reivindicación en la historia de Colombia.

Adicionalmente, el lanzamiento de este libro me hizo reflexionar sobre el tema de los presos políticos. Porque si bien en Colombia no vivimos una dictadura, si es cierto que nuestra democracia adolece de la macabra politización coyuntural de su justicia. Pero, ¿por qué será tan difícil ver aquí, en nuestras narices, lo que nos resulta tan evidente desde la distancia? Y lo digo por Venezuela. Los colombianos vemos que en el país vecino se persigue a la oposición y nos parece terrible que así sea. ¿Y si miramos en Colombia lo que pasa? ¿No será que estamos viendo solo “la paja en el ojo ajeno y no la viga del propio”?

A lo anterior se le suma otro elemento, que el exministro Fernando Londoño, en este mismo evento del libro, explicó muy bien. Él hizo referencia a cómo se ha distorsionado el papel de los medios de comunicación en nuestra democracia. Si bien no son todos, sí hay un porcentaje que le rinde abierta pleitesía al gobierno y siguen sus instrucciones. Esto, evidentemente, y a todas luces, atenta contra el propósito mismo del periodismo y debilita la democracia.

Hoy es menester recordar que varias personas inocentes han trasegado el camino infame de la justicia politizada y no han tenido, a cambio de su sufrimiento y el de sus familias, un final feliz. Mucho menos, una merecida reivindicación en la historia patria. Los falsos testigos han distorsionado nuestra memoria histórica y han manchado los nombres de decenas de colombianos que dedicaron su vida a servir a su pueblo. Un ejemplo de esto son:  Andrés Felipe Arias, Santiago Uribe, el Coronel Hernán Mejía, el General Uzcátegui, el exministro Diego Palacios, Luis Alfredo Ramos -que era firme candidato a la presidencia-, por mencionar solo algunos. Todos ellos llevan la mancha injusta de condenas producidas con vergonzosas violaciones del derecho a la defensa y sin pruebas de cargo; como es también el escandaloso caso del exsenador Álvaro Araujo Castro. Él fue  condenado por la Corte Suprema sin jamás haber escuchado los argumentos de su abogado ni la defensa material a la que cualquier ciudadano tiene derecho. Sin mencionar las 20 violaciones expresas al pacto de San José; porque, solo para empezar, jamás vio el rostro de los magistrados que fueron sus jueces. Esto es muy grave y lamentable.

Es por eso que, de igual forma, estremece repasar la inmensa injusticia que vivió el Coronel Plazas. Es aún más reprochable ver el desperdicio de los ocho años y medio que debió esperar, privado de su libertad, para que se hiciera justicia finalmente y se restituyera su nombre. Obvio, esos 2.900 días dilapidados nadie podrá devolvérselos.

La ineficiencia de nuestra justicia es cómplice silenciosa de su corrupción. En el caso del Coronel resulta paradójico haber defendido nuestra justicia y nuestra institucionalidad, y luego haber sido martirizado por esta misma. ¡Es desconcertante!, es macondiano, y al mismo tiempo tenebroso.

El país tiene una deuda con usted, Coronel. El país tiene una deuda causada con su actitud heroica, es solo que hoy la noción de democracia se encuentra cobardemente mancillada.

@Tatacabello