Crueldad absoluta

Crueldad absoluta

Duele demasiado el cobarde asesinato de Gabriel Cubillos. Un niño cuya inocencia fue mancillada por un acto de crueldad absoluta imposible de entender. ¿Cómo prevenir estos eventos? ¿Cómo proteger a la niñez? ¿Cómo garantizar que no vuelvan a ocurrir estas tragedias? Esos son los verdaderos cuestionamientos de fondo. 

Es absurdo que en pleno siglo XXI sigamos viendo este tipo de casos. Un padre que mata a su hijo por un ataque de celos con la mamá. El menor paga las consecuencias de los desequilibrios emocionales de su progenitor y, mientras tanto, todos nos preguntamos por qué este sujeto no tenía limitaciones al momento de verse con el niño.

Porque claro, problemas entre parejas ocurren todos los días. Los celos terminan siendo un dolor de cabeza más que ocurrente y suscitan todo tipo de choques que, muchas veces, terminan en episodios de violencia doméstica.

Sin embargo, adicional a la gravedad de esta situación, lo que deja en evidencia este doloroso caso son las potenciales fallas del Estado para proteger al sujeto de mayor vulnerabilidad que se pagan bastante caro.

De hecho, varios reportes indican que la mamá del menor en repetidas ocasiones acudió a comisarías de familia y al ICBF para denunciar episodios de violencia y maltrato sin que haya habido una respuesta oportuna, adicional a potenciales afectaciones psicológicas que nunca fueron atendidas por los órganos respectivos.

No sé, y esto lo tendrán que determinar las autoridades en la investigación, si fue por indiferencia de los funcionarios o por dificultades de trámite, pero lo cierto es que si las instituciones competentes hubieran actuado a tiempo la historia hoy sería muy distinta.

En este tema, a diferencia de cualquier otro, deben existir protocolos especiales de atención que permitan tomar medidas inmediatas y logren modificar cuando haya indicios graves, entre otros aspectos, el régimen de visita establecido por un juez.

Aspecto que no es tan ágil de lograr debido a la complejidad de los procesos judiciales, pero que se debe conseguir a toda costa. Cuando la integridad de un niño está en juego no hay burocracia ni papeleo que valga. Cada segundo puede determinar la diferencia entre la vida y la muerte y eso es algo que debe tener más que claro el Estado.

Por sobre todas las cosas, los niños deben estar de primeras. No hay excusa ni circunstancia que valga. Sus vidas son sagradas y el Estado debe ser supremamente efectivo para prevenir este tipo de eventos. Sí, seguramente el papá del niño va a terminar en la cárcel el resto de su vida, pero eso le devuelve al pequeño Gabriel a su mamá. 

@Tatacabello

Publicado: octubre 8 de 2022

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