Consecuencias de la impunidad

Consecuencias de la impunidad

La bomba del Centro Andino es una consecuencia de la rendición del gobierno de Juan Manuel Santos ante el terrorismo.

Eln o Farc –directamente o a través de alguna de sus disidencias- son las únicas estructuras criminales capaces de llevar a cabo un atentado terrorista como el que tuvo lugar en el Centro Andino, al norte de Bogotá.

Los validadores de oficio del así llamado proceso de paz, corrieron a emitir absoluciones a las volandas, para tratar de despejar cualquier duda y desviar la atención con frases ridículas como que las paz es necesaria para que acciones como aquella “nunca más vuelvan a repetirse”.

Negociar con el terrorismo siempre trae consecuencias nefastas para la sociedad. A los antisociales que tienen como objetivo atemorizar a la ciudadanía, asesinar a personas inocentes e intimidar a los gobernantes, sólo puede dárseles un tratamiento: el de la confrontación a través de las fuerzas legítimas del orden, con el fin de conducirlos ante los tribunales de la justicia.

Así se ha venido haciendo en otros países donde el terrorismo intenta hacer de las suyas. A ningún gobernante europeo o norteamericano se le ha ocurrido la descabellada idea de entregarle poder político e impunidad a los terroristas.

En Colombia, Santos hizo todo lo contrario. Una banda de narcotraficantes y terroristas como las Farc, resultó elevada a la categoría de organización política. Sus crímenes atroces perdonados –entre ellos, atentados con bomba, como la que instalaron en el club El Nogal, en 2002-, las órdenes de extradición eliminadas y establecida la capacidad para que, además, puedan ocupar cargos de elección popular.

El mensaje para los criminales es clarísimo: pongan todas las bombas que quieran, secuestren a cuantos colombianos les venga en gana, asesinen a todos los miembros de la Fuerza Pública y civiles que se les cruce por delante, recluten niños y esclavícenlos, que al final la Casa de Nariño les extenderá un cheque en blanco. Convertirá a su banda criminal en un partido político, les entregará curules gratis, les adjudicará emisoras de radio y les permitirá lavar todo el dinero que logren amasar gracias al tráfico de drogas ilícitas.

El negocio resulta muy atractivo para el hampa.

La misma semana en que el gobierno abrió la celda en la que se encontraba uno de los autores del atentado contra el club El Nogal, explotó el petardo mortal en el Centro Andino.

La misma semana en que el país pudo confirmar que las Farc no han entregado la totalidad de sus armas y que la ONU certificó que hay 7 mil menos de las que supuestamente tenía esa banda terrorista, sucedieron los hechos del Centro Andino.

La misma semana en que el cabecilla de las Farc, alias Timochenko viajó en avión privado a Oslo para atender un seminario sobre la paz, en vez de estar atendiendo los requerimientos que sobre él pesan en distintos juzgados de Colombia, 3 mujeres inocentes-una de ellas francesa- fueron asesinadas en el Centro Andino.

Con los terroristas no puede haber consideración ninguna. Si éstos quieren someterse a la justicia, que lo hagan, pero que aquello no signifique el otorgamiento de beneficios estrambóticos. Gracias a Santos, los peores sanguinarios de la historia de nuestro país no solo quedaron blindados ante la acción de la ley, sino que serán dirigentes políticos a los que nadie podrá siquiera criticarlos, porque quien se atreva a hacerlo corre el riesgo de terminar siendo procesado por “paramilitarismo”. (Al respecto, puede leer El Tejemaneje del 16 de junio).

Claro que en Colombia hubo una claudicación ante el terrorismo. Lo de Santos y Timochenko no fue un acuerdo de paz, sino un acta de capitulación del Estado colombiano ante el poder de la guerrilla mafiosa. Y aquello ha dejado abiertas las puertas para que se presenten acciones como la que hoy tiene conmocionado a un país que mayoritariamente se opuso a dicha rendición, pero cuya voluntad fue abusiva e ilegalmente desconocida.

Si la bomba del Centro Andino no fue puesta por una de las supuestas disidencias de las Farc, entonces hay que fijar los ojos sobre el Eln. En eso, la sociedad no puede permitir una nueva manipulación del gobierno, que no tendrá ningún problema en inventarse una mentira para desviar la atención y achacarle la culpa a una organización inexistente, con tal de no tener que enfrentar la realidad.

@IrreverentesCol

Publicado: junio 20 de 2017