La tradición muestra que la historia la escriben los ganadores, quienes narran, desde su posición victoriosa, el desarrollo de los acontecimientos. Los historiógrafos siempre han tenido dificultades para encontrar información que les permita tener en consideración las visiones de todas las partes que hicieron parte del momento que pretenden narrar.
El proceso de Santos con las Farc resultó en una ecuación de vencedores y vencidos, en la que el Estado terminó derrotado en una mesa espuria de negociaciones en La Habana.
La guerrilla, que estaba perfectamente diezmada y arrinconada, recibió un bálsamo de manos de Santos quien decidió dejar de tratar a esa organización como una banda terrorista para convertirla en una estructura política colmada de legitimidad.
De nada sirvieron los sacrificios de nuestra Fuerza Pública y los rigores a los que fue sometida la población civil, que con ardentía y patriotismo tomó la decisión de hacerle frente a esos criminales con el fin de acabarlos de una vez y para siempre.
Durante el gobierno de Uribe, las Farc fueron reducidas a su más mínima expresión. Muchos de sus cabecillas –como alias Raúl Reyes- fueron dados de baja y otros, como el afeminado Iván Márquez tuvieron que huir hacia Venezuela para esconderse bajo la silla del sátrapa Hugo Chávez.
A la mafia hay que enfrentarla sin miedo y con irreductible decisión. Santos, una vez en el poder, resolvió rendir al Estado. Tenía todo en sus manos para propinarle la estocada final a la guerrilla pero escogió tirar todo por la borda, pensando en sus propios intereses.
Santos creyó que trascendería en la historia por hacer “la paz” con los terroristas y no por combatirlos. Para adobar su cocinado, ordenó abrir embajada de Colombia en Noruega para facilitar el lobby del Nobel. Se fue a La Habana y, bajo el amparo de los genocidas hermanos Castro, entregó un cheque en blanco a las Farc.
Les legalizó su inmensa fortuna, les aseguró impunidad, los convirtió en partido político y les regaló el 5% de las curules en el Senado de la República.
Pero fue más allá: les dio la oportunidad de escribir la historia, a través de la denominada “comisión de la verdad”, la cual fue hábilmente integrada por izquierdistas de coturno, viejos enemigos de la Fuerza Pública, como es el caso del cuestionado Alfredo Molano y, por supuesto, del sacerdote jesuita Francisco De Roux.
Como si la izquierda hubiera ganado la guerra, serán sus integrantes quienes redactarán, a su acomodo, la versión de lo sucedido en nuestro país. Poca atención le prestarán a las masacres, los secuestros masivos, las extorsiones y el reclutamiento sistemático de niños, muchos de ellos esclavizados sexualmente, delitos cometidos por las Farc.
Seguramente, los redactores de la historia, no prestarán atención al daño ecológico causado por la guerrilla terrorista, banda que se dedicó a la minería ilegal, a deforestar bosques nativos para sembrar coca y a volar los oleoductos.
No. La comisión de la verdad está interesada en otros asuntos, como el de mostrar la peor cara posible de nuestras Fuerzas Militares, particularmente el glorioso ejército nacional.
La primera acción de los integrantes de la comisión de la verdad no fue la de solicitar información sobre los crímenes cometidos por las Farc, sino pedir los nombres de todos los miembros de la inteligencia militar. ¿Para qué necesitan esos datos? Es evidente que dicho listado le puede ser muy útil a las disidencias de las Farc, esas mismas que continúan operando mancomunadamente con los terroristas que supuestamente se desmovilizaron –como el capo Jesús Sántrich-.
Santos, a pocas horas de terminar su fatídico mandato, dio la orden al ministerio de Defensa de proveer toda la información solicitada por los izquierdistas de la comisión de la verdad. Una instrucción infinitamente delicada que debe ser reversada tan pronto asuma el nuevo gobierno en la tarde del próximo 7 de agosto.
Es evidente entonces que esa comisión hará una versión acomodada y mentirosa de la verdad. Sus integrantes, son unos activos mandaderos de la izquierda, esa misma que desesperada aplaude y defiende que los cabecillas de las Farc, banda de mafiosos y asesinos, hayan quedado en la más absoluta impunidad.
Publicado: julio 12 de 2018
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