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Churchill pregonaba que en política las actitudes son más valiosas que las aptitudes. Sergio Fajardo es un dirigente sin capacidad para fijar posiciones claras.

En democracia, no son admisibles las demostraciones de violencia que se han registrado desde hace más de dos semanas. Petro y los suyos tienen a Colombia en llamas.

En momentos de crisis, la grandeza debe estar por encima de cualquier consideración. Para bien o para mal del uribismo, Iván Duque es un presidente del Centro Democrático.

La separación entre Iglesia y Estado, además de garantizar el laicismo, impone obligaciones de lado y lado. Inaceptable que el obispo de Cali toma partido por los violentos.

Difícilmente se oirá a un petrista haciendo propuestas políticas de fondo. Lo de ellos es el insulto, la embestida verbal, el maltrato, la propagación del odio y el estímulo de la ira.

Como bien ha anotado el presidente Uribe, los episodios de violencia pretenden generar caos y apuntalar la candidatura del cabecilla del socialcomunismo, Gustavo Petro.

Esta no es una discusión entre quiénes son buenos y quiénes son malos. El debate es otro: la democracia colombiana está siendo amenazada por sectores violentos.