Inaceptable que el embajador de Santos, Néstor Osorio mienta, diciendo que en Colombia sólo hay 96 mil hectáreas de coca.
Resulta perfectamente natural que el cuerpo diplomático al servicio de Santos se dedique a difundir ante los diferentes escenarios internacionales informaciones falsas, amañadas y medias verdades.
Y hay que decirlo: la estrategia ha sido en extremo eficaz; Santos es repudiado en Colombia y admirado en muchos países, que es, al fin y al cabo, lo que más le interesa al mandatario.
A él lo tiene sin cuidado que los habitantes de Gramalote lo desprecien por el cúmulo de promesas incumplidas. Es muy probable que Santos ni siquiera sepa qué es Gramalote.
Su interés, en cambio, está centrado en los detalles del banquete que en su honor ofreció la reina Isabel, o en los aplausos que puede arrancar en los auditorios internacionales a los que tanto le gusta asistir.
Buena parte del esfuerzo del ministerio de relaciones exteriores durante los primeros 6 años del gobierno de Santos estuvo dedicado en lograr el Nobel de Paz.
Se llegó al extremo de abrir embajada en Noruega, país donde sólo había una oficina diplomática menor, donde se atendían asuntos consulares.
Es muy posible que en el grueso de las cancillerías europeas crean firmemente que Colombia es un país realmente en paz y que Santos hizo del nuestro un nuevo país, próspero y lleno de oportunidades, como consecuencia de haber firmado un acuerdo con las Farc.
Nada de eso es cierto. El pacto con la banda liderada por el cabecilla terrorista, alias Timochenko ha generado la más grande polarización que se haya registrado en las últimas décadas en nuestro país. Y aquello, por cuanto el contenido del acuerdo fue rechazado por la mayoría ciudadana que atendió la convocatoria plebiscitaria que tuvo lugar el pasado 2 de octubre.
Santos, en vez de atender el mandato democrático, dio un zarpazo que hirió de muerte a la democracia colombiana. El acuerdo con las Farc es espurio. Todo lo que de él se desprenda, no goza de legitimidad.
A ello, se suma el resquebrajamiento de Colombia, en todos y cada uno de los renglones. La economía hace agua; el orden público está alterado en distintas regiones de la nación; la confianza inversionista se ha visto tremendamente desincentivada, por las decisiones del gobierno y por la inseguridad jurídica.
Uno de los temas que más preocupa, tiene que ver con la lucha contra el narcotráfico. De acuerdo con los reportes de agencias internacionales y del departamento de Estado de los Estados Unidos, en Colombia hay en este momento cerca de 200 mil hectáreas de coca.
Aquella cifra, que refleja un crecimiento del 18% entre 2016 y 2017 convierte a nuestro país en un verdadero mar de coca. Se ha llegado a esa realidad por cuenta de las decisiones impolíticas e imprudentes del gobierno Santos, empezando por la suspensión de la fumigación aérea, exigencia hecha por los terroristas de las Farc –que son los principales cultivadores de coca y mayores productores de cocaína- en la mesa de La Habana.
Santos, por imposición de Timochenko, relajó la lucha contra el narcotráfico y las consecuencias saltan a la vista.
Ante aquella realidad, el servicio diplomático colombiano se ha concentrado en mentir de manera abierta y desconcertante.
Es sabido que las embajadas de Colombia están muy atentas de los viajes del expresidente Uribe al exterior. La instrucción de la canciller María Ángela Holguín es la de bloquear la agenda internacional de Uribe, pues al gobierno no le interesa en absoluto que el principal jefe de la oposición en Colombia cuente la verdad de lo que sucede en el país.
Esta semana, tuvo lugar un foro en la ciudad de Atenas en el que el expresidente Uribe expuso su visión sobre la realidad colombiana (Al respecto, lo invitamos a leer la columna de Álvaro Uribe Vélez: “Por nuestra democracia, debatimos en cualquier lugar del mundo”).
Llama la atención que el gobierno haya puesto al embajador de Colombia en Londres, el burócrata internacional y excuñado de Santos, Néstor Osorio, a perseguir a Uribe en Grecia. En tono bastante infantil, Osorio acudió a las emisoras de radio colombianas para acusar al expresidente.
Frente a esta actuación de ese embajador, Carlos Holmes Trujillo, precandidato uribista, en diálogo con LOS IRREVERENTES no ocultó su malestar: “La intervención de Osorio debe ser rechazada por todos los colombianos. Se le fueron las luces. Los embajadores de Colombia están para hacer diplomacia a favor de los intereses de la nación, no para dedicarse en las emisoras locales a hacer politiquería. Los embajadores deben ser respetuosos de las jerarquías y si alguna jerarquía debe respetarse en términos institucionales en el exterior, es la de los expresidentes. Mala hora, muy mala hora para la diplomacia colombiana”.
No es ni la primera ni será la última vez que Álvaro Uribe exponga en escenarios internacionales sus preocupaciones por la situación colombiana. Él es el jefe de la oposición democrática y legítima de Colombia y ejerce como tal. Con respeto, pero con verticalidad. Con buenas maneras, pero sin zalamerías.
Al parecer, el primer sorprendido con el contenido de la intervención del expresidente Uribe fue el propio embajador Osorio, a quien se le desarmó la maqueta de mentiras con la que anda bajo el brazo por toda Europa, engañando y desinformando.
Es inaceptable que Néstor Osorio sostenga oficialmente que en Colombia sólo hay 96 mil hectáreas de coca sembradas. Aquello no es cierto. Es inadmisible que el representante del gobierno en un país tan importante como el Reino Unido falte a la verdad en un asunto de tanta relevancia.
Osorio es un burócrata internacional que lleva décadas sin vivir en Colombia y está perfectamente desconectado de la realidad del país al que representa, razón por la que con obsecuencia se dedica a repetir –como un autómata- el discurso oficial que le redactan en la Casa de Nariño. Al fin y al cabo, para eso lo tienen viviendo en la hermosa casa que tiene el Estado colombiano en el exclusivo barrio Belgravia de Londres, cobrando un jugoso salario. A cambio de ello sólo tiene que hacer una cosa: mentir.
Publicado: junio 9 de 2017