A los colombianos debe dolernos Venezuela. Dolernos como si fuera carne propia. Debe dolernos porque compartimos uno de los acápites más importantes de nuestra historia; porque muchas de las familias que habitan a ambos lados de la frontera, no son de aquí ni de allá sino ambas partes; porque compartimos singularidades de nuestra cultura; porque ellos y nosotros somos en muchas formas los mismos.
Venezuela nos recuerda hoy el peor oscurantismo de las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado. Lo de Venezuela tiene que detenerse. Los ataques reiterados contra población que marcha de manera pacífica, evocan los tiempos de Videla y muestran a la vez la épica valentía de un pueblo que no ha dejado de clamar por su libertad, y la insensatez de un tirano mediocre que no ha comprendido todavía que para mantenerse en el poder tendrá que cometer aún más crímenes, tendrá que radicalizar aún más su dictadura, y al hacerlo, radicalizará también cada vez más a sus opositores. La resolución inexpugnable de esa paradoja es que Maduro está condenado ya. Será cuestión de tiempo, y de que ocurra una tragedia, sin la cual, lamentablemente, no habrá justificación para la intervención.
Maduro, vos no sos Venezuela. Las alternativas, mirando hacia atrás en la historia para basar las especulaciones, son tres. Si tomamos en consideración que el régimen está bien armado con una milicia paramilitar dirigida por agentes cubanos y con el ejército que, aún, le apoya, en orden de la más favorable a menos, están las siguientes: o Nicolás no aguanta la presión y termina él mismo con su mandato; o después de ocurrida una tragedia a gran escala – ojalá sucediera antes, pero parece improbable- un país con la capacidad militar necesaria interviene en Venezuela e instaura en el poder a quien mejor le convenga, con el apoyo de una fracción de los militares venezolanos, caso en el cual Venezuela tendrá que ceder, con seguridad, prerrogativas petróleras –parecidas a las que subsidian al régimen cubano- a cambio de recobrar su democracia; o los militares venezolanos se cansan de Maduro y lo derrocan para aplacar a la oposición manifestante. Esta última opción no representaría más que una falsa solución, porque la persona que asuma el comando de ese barco a medio hundir que es Venezuela, seguiría el mismo camino que llevó a su antecesor hacia el fracaso. El barco tiene que cambiar de rumbo, no basta cambiar al capitán.
Jugará un papel fundamental en el desarrollo de esta historia la posición que tome la comunidad internacional. No habrá para este caso reunión del Concejo de Seguridad, sería demasiado pedir. Pero Latino América tendrá que decidir si se exculpa la violación al derecho internacional que sería la intervención, o si se exculpan los crímenes de lesa humanidad que ocurren a un pueblo al que le debemos nuestra solidaridad.
Lo cierto es que el final de la historia que ya parece escrito es el del antagonista. Ojalá Dictador Maduro, por su bien y el del pueblo que usted ya no representa, ojalá llegue un pajarito chiquitico y le de tres vueltas arriba y le silbe “ vete para Cuba Nicolás, que la revolución Bolivariana se acabó”.
Publicado: abril 29 de 2017