Las contradicciones de la twittera y columnista de la versión digital de El Tiempo, María Antonia García de La Torre.
El país no salía de la sorpresa que produjo la muerte del cantante vallenato Martín Elías, cuando el dolor empezó a transformarse en indignación por cuenta de un mensaje canalla emitido por la twittera y columnista esporádica de la versión digital del diario El Tiempo, María Antonia García de La Torre quien escribió en las redes sociales lo siguiente: “Qué falta de todo, llorando la muerte del hijo de un asesino. Colombia está en el séptimo círculo del infierno de los valores morales”.
La bellaquería de la “opinadora” despertó una legítima reacción de rechazo en la opinión pública. ¿Quién es ella para juzgar a quienes lloran la dramática muerte de un cantante que gozaba del máximo aprecio popular, enrostrando los crímenes que cometió su padre, el también artista vallenato Diomedes Díaz?
No se puede señalar a absolutamente nadie por los delitos y crímenes que han cometido sus padres. Aquello aplica para todos los colombianos, incluida la señora García de La Torre, hija de Bernardo García, un antiguo comunista, simpatizante y colaborador de la guerrilla de las Farc.
Bernardo García, que en los años 70 del siglo pasado fungió como director del panfleto comunista y validador de la barbarie guerrillera llamado revista Alternativa y que en algún momento llegó a ser decano de la facultad de Economía de la universidad Nacional, era propietario de una casa en pleno casco urbano del municipio de Choachí en Cundinamarca. A los pocos metros de su casa, montó un gallinero que en la práctica sirvió en múltiples ocasiones como refugio para guerrilleros que integraban la cuadrilla criminal del jefe terrorista de las Farc, alias Romaña.
Nadie puede endilgarle el comportamiento ilegal de su padre a la señora García de La Torre, quien desde sus años como estudiante del colegio Juan Ramón Jiménez ya mostraba unos claros signos de resentimiento social y sus complejos impulsaban la ira contra la sociedad, ira que se pone de manifiesto en sus frecuentes trinos en los que acude a la ordinariez y a la vulgaridad para atacar a todos aquellos que no comparten su singular forma de pensar.
En los años 60, antes de que Bernardo contrajera nupcias con Cristina de La Torre –madre de María Antonia y de sus hermanos Nicolás y María Gabriela-, él estuvo involucrado en un caso que conmocionó a las autoridades de Bélgica.
En efecto, García tenía vida marital con una ciudadana belga que un día cualquiera apareció brutalmente asesinada. La policía de aquel país lo investigó y mientras se surtía el proceso, sospechosamente suspendió sus estudios de doctorado que adelantaba en la universidad de Lovaina para viajar apresuradamente de regreso a Colombia ¿De qué huía el señor García? Nunca se pudo determinar judicialmente si participó o no en ese asesinato, pero lo cierto es que él era uno de los principales sospechosos de aquel feminicidio.
Nuevamente. Su hija María Antonia, que ha pretendido trasladarle a Martín Elías la culpa del feminicidio que cometió Diomedes Díaz, no tiene la culpa de la acción que su padre pudo cometer en Bélgica contra la vida de quien fuera su primera esposa.
Al verse en medio de la controversia, de forma cobarde, María Antonia García recurrió a su vieja práctica de disfrazarse de víctima y de reivindicar la libertad que le asiste de expresar sus ideas. Es cierto que ella puede escribir y opinar como quiera, pero no esperar que sus vulgaridades y humillaciones no tengan reacción.
La lección que debe quedar después de ese lamentable episodio, donde una vez más quedaron en evidencia las falencias argumentativas y la falta de coherencia de una incipiente redactora de columnas ávida de protagonismo y aceptación social, es que nadie, absolutamente nadie puede ser acusado por los delitos que cometen sus padres, ni siquiera doña María Antonia García de La Torre.
Publicado: abril 17 de 2017
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