En mayo de 1957 se forzó la renuncia de Rojas Pinilla. El 1 de abril, a salvar la democracia colombiana.
Abundan los motivos para abarrotar las calles de Colombia el próximo 1 de abril, en la marcha que están convocando los distintos sectores políticos y sociales que se oponen al gobierno de Juan Manuel Santos.
Las razones trascienden a la legítima indignación nacional que existe en los ciudadanos que mayoritariamente votaron por el NO en el plebiscito del pasado 2 de octubre, resultado democrático que fue abusivamente birlado por el gobierno nacional que, de manera arbitraria, desconoció el soberano veredicto popular.
El de Juan Manuel Santos es un gobierno ilegítimo desde su naturaleza. Probado está que en 2010 se eligió con dineros de la corrupción. La confesión de Roberto Prieto en el sentido de que él era perfectamente consciente de que Odebrecht iba a pagar $400 mil dólares en afiches, es más que suficiente para que el presidente de la República, en un gesto de sensatez, se dirija cuanto antes al Congreso de la República con su carta de renuncia.
Santos no puede seguir en el poder. El país ha perdido la poca confianza que generaba el Ejecutivo. Un gobierno que no tiene autoridad para continuar con la implementación de unos acuerdos con las Farc cuyo alcance debilita de manera grave la estabilidad constitucional del país.
El 1 de abril, la ciudadanía le dejará muy claro al presidente el desprecio que siente por él. No debe quedar la menor duda. Santos, no puede aferrarse de manera obtusa a un poder al que accedió haciendo trampa y cometiendo delitos.
La investigación por el caso de Odebrecht, poco a poco, irá develando nuevas evidencias que pondrán de presente que Santos, en efecto, sabía lo que estaba pasando y que no es cierto aquello de que se “acaba de enterar”. La de él, era una alianza indisoluble con Odebrecht y el garante de la misma era, nadie menos que su mejor amigo, Roberto Prieto Uribe.
Santos está en todo su derecho de defenderse –hasta el peor de los delincuentes puede hacerlo-, pero no puede llevarse por delante a Colombia.
La fragilidad del gobierno es palpable y la fortaleza no se recuperará con reportajes hechos a la medida como el que recientemente le hizo el concesionario del canal uno, Yamid Amat.
Tampoco se reconstruirá la confianza perdida a través de transacciones propias de la política tradicional, ni con elocuentes mensajes de apoyo suscritos por Horacio Serpa, el tristemente célebre escudero de Ernesto Samper. El país debe recordar que la defensa que Serpa hizo de Samper, terminó con el magnicidio del dirigente conservador, Álvaro Gómez Hurtado.
Por la dignidad de la República, hay que salir el próximo 1 de abril. Algunos defensores interesados del gobierno, aseguran desde ya que será una marcha a la que asistirán 4 gatos. Eso mismo decían durante la campaña del plebiscito y grande fue su sorpresa con la bofetada democrática que les propinó el pueblo que pudo vencer el inmenso poder corruptor de la mermelada. Contra todo pronóstico, el NO se impuso en las urnas y contra todo pronóstico, los opositores a Santos se botarán a las calles el 1 de abril para hacerle frente a un gobierno corrupto y, a una sola voz, demandar su renuncia inmediata.
Santos y sus secuaces no podrán salirse con la suya. Ellos no piensan en Colombia sino en sus propios intereses y aquella es la razón por la que se atornillan obsesivamente al poder. Los grandes medios seguramente no se sumarán a la convocatoria, pero aquello no hace falta. Los opositores colombianos cuentan con herramientas alternativas mucho más poderosas que ya están probadas y han mostrado sobradamente su eficacia.
El 1 de abril de 2018 debe ser a Santos lo que el 10 de mayo de 1957 fue al usurpador Rojas Pinilla. Aquel día, Colombia entera salió a las calles a demandar la caída de la dictadura corrupta. Gracias a ello, el tirano se vio obligado a renunciar y con ello, la democracia se salvó.
Publicado: marzo 20 de 2017