En diálogo con LOS IRREVERENTES, el exviceministro Rafael Guarín asegura que el 50% de guerrilleros de las Farc seguirán armados.
LOS IRREVERENTES. Doctor Guarín, hace poco usted hizo una denuncia muy delicada. Usted habla de un conejazo inmarcesible ¿De dónde sacó que la mitad de las Farc no están en las zonas veredales de normalización?
RAFAEL GUARÍN Sí. Es la verdad. La mitad de las Farc no se van a desmovilizar o lo que el acuerdo de La Habana denomina «reincorporar». Según ese acuerdo las zonas veredales de normalización pretenden ser el espacio territorial donde la totalidad de los miembros de las Farc se ubican para proceder a la dejación de las armas, esto es, a su desarme y al inicio de la reinserción a la vida civil. ¿Por qué afirmo que la mitad de las Farc no están concentradas en esas zonas? Porque los informes semestrales de conteo del enemigo que hacen los organismos de inteligencia de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional señalan que el número de integrantes de esa organización es el doble de individuos que están hoy en esas zonas.
LI. Hablemos de números. ¿De cuántos guerrilleros se trataría?
RG. A 27 de febrero, una semana después de que el presidente Santos y Timochenko declararan que había finalizado el traslado de miembros de las Farc a las zonas de ubicación, en ellas se encontraban 6929 personas. Lo que preocupa es que el conteo de miembros de las Farc a septiembre de 2016, según el ministerio de Defensa, es de 6110 guerrilleros encuadrillados, esto es, hombres en armas de tiempo completo, y de 7629 de lo que el gobierno denomina Redes de Apoyo al Terrorismo RAT, pero que son las milicias bolivarianas. En total, el aparato con capacidad de acción violenta de las Farc está conformado al menos por 13739 personas, no solamente las 6929 que se encuentran en las zonas veredales de normalización. Luego, es elemental: 13739 menos 6929, arroja un resultado de 6810 miembros de ese aparato cuyo paradero no se conoce. ¿Dónde están? ¿Por qué el gobierno lo oculta? ¿Por qué el ministerio de Defensa no dice nada ante tamaño problema?
LI. Cualquier desprevenido podría replicarle a usted diciéndole “qué pena, pero un miliciano no es lo mismo que un guerrillero”. ¿Qué le respondería?
RG. Pena, ¿por qué? Obviamente no son lo mismo, pero eso no quiere decir que el miliciano sea menos letal o peligroso que el guerrillero encuadrillado. Cualquiera que conozca la forma en que han operado las Farc durante la última década sabe la importancia estratégica que han tenido las milicias. Los golpes más eficaces dados a la fuerza pública en los últimos años han sido efectuados en gran número por milicias. ¿La razón? La necesidad de neutralizar la asimetría militar que jugaba en contra de las Farc. La eficiencia de los milicianos está comprobada: controlaban territorios a pesar que contarán con la presencia de la fuerza pública. Los milicianos son además más difíciles de combatir, requieren inteligencia y judicialización efectiva, además el uso de la fuerza en el marco del DIH en zonas de combate resulta problemático, más en un escenario de guerra jurídica como el que han enfrentado las Fuerzas Militares. Además, el empleo de milicias permitía proteger las estructuras encuadrilladas y su uso es más apropiado para actos terroristas. Así que las RAT no son simples campesinos desocupados, son verdaderos aparatos de muerte.
LI. ¿Los defensores a ultranza del proceso de paz no podrían decir que usted les está dando a las milicias una importancia que en realidad no tienen?
RG. La tienen toda, por eso es tan extremadamente grave que no se desmovilicen. Las milicias bolivarianas tienen la organización propia de un ejército. Han tenido entrenamiento militar, se rigen por disciplina militar, están sujetas a jerarquía militar y dependen de los estados mayores de los frentes en la región donde delinquen. En su entrenamiento, como lo ordena el reglamento de las milicias, sus integrantes reciben formación para realizar emboscadas, asedios, asaltos y copamientos a fuerzas enemigas y lo que llaman «maniobras militares de resistencia». Insisto, son máquinas de violencia.
LI. Es muy grave lo que usted, como exviceministro de Defensa y experto en asuntos de seguridad nacional está denunciando. ¿A qué juegan entonces las FARC?
RG. Esa respuesta la debe dar el secretariado y el gobierno Santos. Todo indica que van a dejar estructuras violentas, probablemente armadas o al menos parcialmente armadas, en territorios donde tienen influencia y que coinciden con cultivos de coca, presencia de laboratorios de procesamiento de alcaloides y corredores de narcotráfico, dónde también hay minería criminal. Recuerde que el propio Timochenko advirtió que no va a haber desmovilización.
Si la mitad de los hombres de FARC no se van a desmovilizar, entonces ¿cómo puedo garantizar que esos grupos se van a desarmar? No hay manera. ¡De ahí el problema! ¡Ese es el conejazo!
LI. ¿Es posible que unidades armadas clandestinas permanezcan en los territorios y que hagan parte de la base del partido político de las Farc?
RG. Usted lo ha dicho. Si esto no se evita tendremos una renovada y perfeccionada modalidad de combinación de todas las formas de lucha. A eso no se le puede llamar paz. El congreso y la opinión pública no deben pasar esto por alto. Si en nombre de la paz nos tragamos ese sapo, no habrá ni desmovilización, ni desarme, ni paz.
Publicado: marzo 9 de 2017