El epílogo del proceso de paz será tenebroso: las Farc impunes y los soldados y policías colombianos perseguidos judicialmente.
La trampa de la ratonera
Santos sabía que sin el respaldo de las Fuerzas Militares, su proceso de proceso con los terroristas de las Farc estaba condenado al fracaso. Por eso, de manera hábil convenció a un oficial de la más alta credibilidad como es el general Jorge Enrique Mora Rangel para que fuera miembro del equipo negociador en La Habana.
Para muchos, la presencia del general Mora en la mesa de diálogo era prenda de garantía de que los derechos y el honor de los militares no sería negociado en la isla de la satrapía castrista.
Poco a poco y con toda la perversidad, Santos fue llevando a los militares hacia la ratonera. Les puso todos los cebos que tuvo a su alcance hasta tenerlos debidamente maniatados para luego proceder a la entrega de sus cabezas en bandeja de plata.
Sergio Jaramillo, el verdugo de las FF.MM
La suerte de los militares colombianos quedó en manos de Sergio Jaramillo, un hombre que no disimula su odio por las Fuerzas Militares. Y aquello no es un rumor sino una realidad que se puso de presente a raíz de la filtración de cables emitidos desde la embajada de los Estados Unidos en Bogotá en los que se lee cómo Sergio Jaramillo, en su condición de viceministro de Defensa del gobierno Uribe, pasaba más tiempo en la sede diplomática norteamericana llevando chismes y quejas contra los militares colombianos que en su oficina atendiendo los deberes de su cargo.
El descuido de Mora
Luego de la victoria del NO en el plebiscito, el general Mora Rangel se descuidó. Y aquello le saldrá muy caro a los soldados de Colombia. Efectivamente, con el acuerdo de paz rechazado por el pueblo colombiano, Sergio Jaramillo y Humberto de La Calle se fueron a La Habana para renegociar con las Farc algunos elementos del mismo.
Sin el general Mora como gendarme de los intereses de las Fuerzas Militares, fue muy fácil para las Farc y para Jaramillo introducir un elemento que hoy tiene a la izquierda celebrando silenciosamente: la introducción de los literales a y b del artículo 28 del Estatuto de Roma. Aquello quiere decir que los superiores militares serán responsables penalmente por crímenes cometidos por sus subalternos.
Y eso es lo que desde siempre han anhelado los guerrilleros de las Farc: ver a los generales y coroneles que los enfrentaron y combatieron, sobre todo durante los años de la aplicación de la política de seguridad democrática, tras las rejas.
Las mentiras del gobierno
El gobierno ha dicho que jamás se aplicará esa norma y que los militares no serán castigados, mientras los cabecillas del terrorismo recibirán perdones generosos.
Pero ni los generales en retiro ni la actual cúpula confía en la palabra de Santos en cuyo código genético domina el gen de la mentira y el engaño.
Las advertencias de la oposición
Una de las banderas de los opositores al acuerdo con los terroristas de las Farc ha sido, precisamente, la defensa de los derechos de los soldados colombianos, muchos de ellos perseguidos de manera infame e injusta por la justicia colombiana.
El presidente Uribe le salió al paso a la situación, advirtiendo que el comisionado de paz, Sergio Jaramillo, miente cuando se refiere a las solicitudes del Centro Democrático.
Uribe enumeró de nuevo cuáles han sido los planteamientos de su colectividad: que las Fuerzas Militares no sean igualadas con el terrorismo, el otorgamiento de beneficios como la libertad condicional a soldados que lleven más de 5 años encarcelados, el establecimiento de un tribunal que revise sentencias que estén en firme y evitar el precepto incluido en la denominada justicia especial de paz que obligará a miembros de la Fuerza Pública a confesar crímenes que nunca cometieron para evitar sentencias condenatorias.
Epílogo tenebroso
Desde ya ahora se puede prever que el epílogo del acuerdo entre Santos y Timochenko será tenebroso: los cabecillas del terrorismo impunes, haciendo política y gozando de los millones de dólares fruto de sus actividades mafiosas, mientras que los soldados y policías que con abnegación defendieron la democracia colombiana terminarán siendo objeto de una inclemente persecución judicial en tribunales colombianos y tal vez internacionales.
Publicado: febrero 22 de 2017