No podemos seguir procediendo, comportándonos y aceptando bobaliconadas como la que pretende el Ministro Cristo con su “reforma express”.
El maestro Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, propuso en su tradicional columna dominical de El País: “Algún día habrá que levantar un monumento en homenaje a la compañía brasileña Odebrecht, porque ningún Gobierno, empresa o partido político ha hecho tanto como ella en América Latina para revelar la corrupción que corroe a sus países ni, por supuesto, obrado con tanto empeño para fomentarla”.
En Colombia por ejemplo, el escándalo Odebrecht se posicionó como prioridad en la agenda presidencial, de la justicia y de los medios de comunicación cuando el primer capturado por haber recibido sobornos fue un exministro de transporte del gobierno Uribe; y llegó al linchamiento mediático cuando se conoció que un asesor estratico de la campaña “Zuluaga Presidente” habría sido pagado por la constructora brasilera.
Cuando el meridiano de la cloaca Odebrecht pasó por la Casa de Nariño gracias a la confesión del exsenador y detenido Otto Bula (quien aseguró haber entregado un millón de dólares a la campaña “Santos Presidente”), de inmediato se cambió la certeza con la que se venía señalando a Oscar Iván Zuluaga, para utilizar elementos y referentes de duda y suposición para referirse al presidente Santos y su equipo de campaña: estamos presenciando la histórica doble moral con la que se señala y rige la sociedad colombiana.
Como el escándalo Odrebrecht viene creciendo y desbaratando el moribundo gobierno de Santos, de inmediato elaboraron una cortina de humo o mejor, inflaron un globo de esos que elevan con frecuencia en Colombia para que los ciudadanos fijen su mirada y concentración en el cielo mientras los dueños del espectáculo siguen haciendo de las suyas; y el dueño del espectáculo tiene al mejor comodín para esos oficios distractores, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo Busto, veterano actor del “proceso 8.000”, formado en la escuela del cinismo de Ernesto Samper Pizano, y maestro de la componenda politiquera.
Cristo, “el malo”, para distraer la opinión pública, la que se indigna cada ocho días, salió con el cuento que el gobierno pretende radicar proyecto legislativo para “reformar la política” utilizando el mecanismo deslegitimado del “Fast Track” que busca entre otras cosas otorgarle derecho al voto a menores de edad: tremendo despropósito.
La propuesta que fue rechazada de inmediato por el mentor del acuerdo de La Habana, Humberto De La Calle, y por las propias Farc, no es lo significativo. Lo significativo y que debe alertar una vez más es que estamos frente al deterioro paulatino pero contundente de la Constitución Política de Colombia, negociada y desmantelada con la implementación de los acuerdos con las Farc.
Claro que necesitamos reformar la política y el sistema electoral colombiano; claro que necesitamos con urgencia transformaciones y reformas como la tan aplazada reforma a la justicia; claro que necesitamos transformar el Régimen Municipal; claro que la salud, educación y medio ambiente exigen normas superiores para su atención y protección, entre otras. Pero lo que no se puede celebrar, ni estar de acuerdo es que estas reformas se realicen en las cañerías del Congreso de la República.
La semana pasada, dos columnista de El Tiempo, Jaime Castro y Sergio Araujo, en brillantes exposiciones indicaron el camino que debemos tomar para lograr esos propósitos de transformación Estatal y Político. Soy un convencido al igual que ellos, que el próximo presidente de Colombia, el que elijamos en el 2018, debe tener como prioridad antes de cualquier tema la convocatoria de Asamblea Nacional Constituyente para ajustar, modificar e incorporar a la norma superior las nuevas realidades de la vida nacional.
No podemos seguir procediendo, comportándonos y aceptando bobaliconadas como la que pretende el ministro Cristo con su “reforma express”. Exigimos la grandeza. La constituyente es el camino para encontrarnos y ponernos de acuerdo en propósitos colectivos. Este país, la gente paciente y decente no aguantan que sigamos en estos pulsos de vanidades: seguir en eso es allanar el camino para la disolución de la patria y el triunfo del “catrochavismo”.
Publicado: febrero 20 de 2017