En el fondo de la noche Colombia se estremece

En el fondo de la noche Colombia se estremece

Hago una paráfrasis de la hermosa milonga que Homero Manzi y Sebastián Piana compusieron en memoria del famoso payador José Betinotti, para referirme a las ominosas tinieblas que hoy se ciernen sobre nuestro país bajo el desgobierno de dos desvergonzados cocainómanos que pretenden revolucionarlo.

Los últimos discursos de quienes fungen como Presidente y ministro del Interior no dejan duda acerca de lo que se proponen con la trampa de la consulta popular en la que ingenuamente acaba de caer nuestra Conferencia Episcopal.

Esa consulta es un subterfugio ideado para suscitar una situación revolucionaria a todo lo largo y ancho del territorio nacional. Los comités que se están organizando para promoverla huelen a soviets. La oratoria incendiaria del energúmeno que rige los destinos de nuestra desventurada patria convoca al pueblo contra el Congreso, la clase dirigente a la que califica como una oligarquía codiciosa y asesina, así como la institucionalidad en general. Vocifera que se mantendrá en el poder gracias a la voluntad popular, a la que ninguna regla puede someter.

El proceso en marcha no busca mejorar la suerte de los trabajadores. Ya lo había dicho la ministra comunista que presentó la reforma laboral al Congreso: su propósito no era promover la generación de empleo, sino recuperar unas ventajas que hace años se moderaron precisamente para facilitarlo. El cuestionario de la consulta no trata sobre el desempleo ni la informalidad laboral y aspira a reforzar la rigidez en la contratación, que obligará a los empleadores a pensarlo dos veces al momento de incrementar sus nóminas. Cada nuevo empleo equivaldría a contraer un matrimonio indisoluble hasta que la jubilación o la quiebra los separe.

En manos del Senado y eventualmente de la Corte Constitucional está ponerle freno a tamaño despropósito con el que no sólo se sentaría un grave precedente para cada vez que el órgano legislativo desapruebe alguna iniciativa gubernamental, sino que daría pábulo al movimiento revolucionario que nuestros desatinados altos funcionarios quieren iniciar el próximo primero de mayo con multitudinarias manifestaciones de apoyo.

Para ese día, el que nos desgobierna ha anunciado que desenvainará la espada de Bolívar para presentarle al Senado el proyecto de consulta popular, en un gesto que simboliza ni más ni menos la intimidación violenta a sus integrantes. Olvida que en ese día el Senado no estará funcionando y que la comunicación con el mismo les corresponde a los ministros.

En otras ocasiones he llamado la atención sobre la errada concepción de la democracia que promueve el que nos desgobierna, más cercana a la de los feroces jacobinos que promovieron el terror en la Revolución Francesa y del todo contraria a la de la tradición liberal que nos ha caracterizado. Él es un comunista recalcitrante que ha deplorado la caída del Muro de Berlín y se ha puesto de rodillas ante la tumba de Mao.

También he llamado la atención acerca de sus preocupantes condiciones mentales. Muchos creen que es un psicópata megalómano y narcisista. Si a ello se agrega su consumo habitual de cocaína, que no ha negado, como sí el de alcohol, el Senado debería tomar cartas en el asunto para declarar su incapacidad para el ejercicio del cargo que ocupa. Es claro que puede hacerlo en caso de incapacidad física permanente, pero si la mente controla el cuerpo y ella está alienada, la conclusión es irrefragable: el desvarío mental acarrea el físico.

Si además ha viajado al exterior clandestinamente, ello daría lugar a que se declarara el abandono del cargo.

Nunca en nuestra ajetreada historia habíamos padecido algo tan estremecedor.

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