¿Qué le pasó a Duque?

¿Qué le pasó a Duque?

Aparecen noticias desafortunadas que obligan a preguntarse qué le está pasando a Iván Duque.

El presidente Uribe hace muchos meses le perdió la confianza, y no se trata de un arrebato inconsecuente ni de una manifestación vanidosa o inexplicable. 

Es necesario hacer un poco de historia. Duque llegó al Senado gracias a que el presidente Uribe resolvió incluirlo en los primeros lugares de la lista que presentó en 2014. 

Vio su buen desempeño en el congreso, razón por la que no se opuso a que se presentara como precandidato presidencial en 2018. 

Tan pronto fue ungido como candidato, el expresidente, al decir popular, se echó esa campaña al hombro. Trabajó como nunca para lograr la victoria.

Y en esto no puede haber esguinces ni interpretaciones equivocadas: si no hubiera sido por Álvaro Uribe, Iván Duque jamás en la vida habría llegado a la Casa de Nariño. El llamado “duquismo” no suma los votos para una curul en el Senado.

Primera pregunta: ¿Duque gobernó con apego a las tesis del uribismo? En algunos aspectos sí, pero en lo medular, no. El episodio Santrich fue una muestra de su debilidad de carácter. Rindió los intereses de la nación colombiana ante una postiza veneración por el ordenamiento legal. 

Respecto de la JEP, se limitó a presentar unas objeciones, pero no se empleó a fondo para lograr las mayorías necesarias para que las mismas fueran acogidas por el Congreso. 

Volviendo al presente, en los últimos días ha surgido una situación a la que pocos le habían dado la importancia que merece: las relaciones oscuras de su gobierno con el hampón Armando Benedetti, relaciones amadrinadas por Alicia Arango quien fue ministra de Trabajo e Interior.

¿El gobierno Duque le dio participación burocrática a Benedetti? La respuesta es sí. Una de las entidades más poderosas y con chequera más abultada del Estado estuvo en manos de una ficha de ese sinvergüenza. Benedetti, que en apariencia era opositor, era un visitante asiduo de la Casa de Nariño. Es sospechoso el exceso de solicitud hacia él, tanta apertura y tantas atenciones. La excusa que se esgrime es ridícula: como él hacía parte de la comisión primera, era necesario recibirlo en la sede presidencial. ¿Acaso los senadores del Centro Democrático de esa comisión eran llamados con la misma asiduidad? Mejor: ¿También se recibió al terrorista alias Carlos Antonio Lozada, miembro de dicha comisión? Será esclarecedor conocer el número exacto de veces que el corrupto Benedetti accedió a la presidencia durante el cuatrienio de Duque. 

Por elemental solidaridad, gratitud, respeto, humildad y reconocimiento, Iván Duque debería estar en este momento al lado del expresidente Uribe. Sus muestras frente a la brutal persecución de que está siendo victima se han limitado a melifluas publicaciones en redes sociales. Cuando aspiraba a la presidencia se le veía junto a él. Ahora anda por otros lados, fungiendo como ideólogo en la sombra de la campaña de Vicky Dávila.

Ese comportamiento habla muy mal de él. En 2018, muchos fueron sus legítimos reclamos frente a comportamientos indisciplinados al interior del Centro Democrático. Con todo derecho pedía solidaridad, respaldo y, por supuesto, repudio a las voces disidentes.

Ahora, su conducta es francamente deleznable. Sin mucho éxito -porque en el Centro Democrático su voz no tiene mucho eco- ha intentado soliviantar a algunos uribistas para que se aparten de Uribe y se sumen a la campaña de Dávila. Si Duque le vendió al mecenas de esa candidata la idea de que él lograría arrastrar a parte del uribismo, estamos ante una monumental estafa política. 

La eficacia de Duque en ese aspecto es limitadísima. Escasamente podrá atraer a Alicia Arango -y con ella al clan Benedetti-, y algunos de sus exministros, específicamente a los más cuestionados, como Daniel Palacio, o el corrupto director de Planeación Nacional Luis Alberto Rodríguez, conocido como el pollo, un sujeto que en un abrir y cerrar de ojos amasó una espectacular fortuna. Entró pobre de solemnidad al gobierno de Duque y salió formidablemente rico. 

En política nada es imposible. El doctor Duque está a tiempo de rectificar. Si efectivamente desea ayudar a Vicky Dávila, que es una candidata con muchas cualidades, debería empezar por alejar a la madrina del clan Benedetti. Flaco favor le hace la presencia de la señora Arango a la campaña de alguien que, con aparente sinceridad, se presenta como una enemiga frontal de la corrupción.

Quienes estiman a Iván Duque esperan de él una actitud humilde y un proceder decente. No es tarde para que busque un acercamiento directo con el presidente Uribe y que, a partir de ahora, se sume al partido que lo llevó a la presidencia. Seguramente, el proceso desembocará en acercamientos con todos los sectores de la oposición, incluida Vicky Dávila quien hoy es, sin duda, una ficha con gran peso en la campaña. 

@IrreverentesCol

Publicado: abril 21 de 2025 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *