La reforma laboral está prácticamente hundida en la Comisión Séptima del Senado de la República. Era una reforma que no le convenía al país, que no creaba empleos nuevos ni combatía el problema de la informalidad laboral. No iba a atender tampoco el problema del desempleo juvenil ni a cerrar la brecha entre la empleabilidad de hombres y mujeres.
Según el Banco de la República, esta reforma iba a provocar la pérdida de unos 500.000 puestos de trabajo porque, como siempre ha sucedido con las propuestas de la izquierda, esta iniciativa estaba dirigida a complicar tanto la contratación como el despido de trabajadores y a encarecer su labor satisfaciendo viejas prerrogativas sindicales: la cantidad de horas a trabajar por semana, el costo de las horas extras, el costo del recargo por horas nocturnas y desde qué horas debería pagarse, el costo del recargo por trabajar domingos y festivos y otras cosas por el estilo.
Ninguna de las reformas propuestas por Petro ha sido buena, no se sabe cuál de todas ha sido peor. La tributaria, la de salud, la pensional, la laboral… No hay de qué hacer un caldo, todo está enfocado en destruir lo existente y arrasar con lo que funciona, sobre todo si es de iniciativa privada y no de carácter estatal, como le gusta a don Petro.
Y tratándose de un objetivo ideológico, no es más que un capricho de un mandatario frenético que está dispuesto a barrer con todo en su propósito de instalar el comunismo en Colombia para cumplir con su sueño de acabar la inequidad igualándonos por lo bajo. Él no quiere “ricos esclavistas” como los de El Poblado, que generan riqueza y empleo, sino que todo el país sea como el Chocó o como una Cuba paupérrima que vive de apagón en apagón.
Resulta curioso que en su consabida compra de conciencias con maletadas repletas de nuestro dinero, en el Senado se hayan interpuesto de nuevo a sus delirios obligando al sátrapa a decantarse por una fórmula tan complicada como la consulta popular, cuando ésta requiere del impulso precisamente de un líder popular y no de un mequetrefe al que más de medio país detesta y que despierta también un gran desencanto entre los suyos, muchos de los cuales no aceptan que esta administración se caracterice por la corrupción, la ineptitud, el clientelismo, la chabacanería y otros rasgos indeseables.
Petro llama a sus huestes a marchar por la reforma decretando un día cívico para sacar obligados a los funcionarios oficiales, pero sabe que, aparte de estos y de sus indígenas prepagos, ya nadie más se acoge a sus designios. Él quisiera repetir la asonada criminal de 2021 que él mismo instigó; le importa un bledo hacer un llamado a la violencia con tal de atemorizar de nuevo a la sociedad y hacer que todos se plieguen a sus arrebatos. No obstante, ya ni los crimínales de las ‘primeras líneas’ le caminan; ha perdido su ascendencia con unos desadaptados que saben que son unas piezas prescindibles mientras al país se lo roban Sarabias, Benedettis, Pitufos y otras yerbas que, incluso, se metieron al Pacto Histórico por la puerta de atrás.
Un Petro que llegó a la presidencia con 11,2 millones de votos no va alcanzar ahora los 13,6 millones que necesita para ganar una consulta que vale un dineral (al menos 300.000 millones) aunque a diario insista que dinero no hay, ni para los préstamos del Icetex, ni para los medicamentos que requieren los afiliados de las EPS, ni para pagar los subsidios de energía de los estratos uno, dos y tres.
Los 13,6 millones (una tercera parte del censo electoral) constituyen un umbral imposible de alcanzar porque este es un país abstencionista y porque los que no estamos con Petro no saldremos a votar aunque él lo considere un sabotaje. Por su parte, el 30% que supuestamente lo apoya en las encuestas difícilmente llegaría a 10 millones de votos, si bien es seguro que serán animados con propuestas populistas en las preguntas y con mucha mermelada bajo la mesa.
Es una consulta perdida, pero Benedetti lo dijo todo al aseverar que les habían dado “papaya” al enterrar la reforma. Es claro que el gobierno de Petro se acabó y quieren usar la consulta para empezar la campaña del 2026. De hecho, les conviene más perderla y victimizarse junto a la clase obrera para intensificar la polarización. Es un ajedrez que irán jugando a conveniencia para darnos el jaque mate; por eso, sería ideal que el Senado de la República desapruebe la realización de esa consulta porque no se juega con candela.