La corrupción del gobierno Petro hasta ahora conocida será un asunto menor, al comparársele con lo que empezará a registrarse con Armando Benedetti como máximo operador político del régimen.
El nuevo ministro de Petro, un delincuente de la peor calaña, sólo conoce una manera para ejercer la administración pública: a través del pago de dádivas, el robo del presupuesto nacional, el soborno de jueces y las alianzas con delincuentes de la talla de alias ‘Papá Pitufo’.
A un año de las elecciones legislativas, donde los representantes y senadores necesitan astronómicas sumas de dinero para comprar cuatro años más en el capitolio, la designación de Benedetti les cae como anillo al dedo.
Aunque las finanzas nacionales están pasando aceite, el gobierno se valdrá de la chequera oficial para comprar a cuantos congresistas sea necesario con el fin de lograr la aprobación de sus proyectos y, más importante aún, afianzar la coalición política para hacerle frente a las eventuales elecciones presidenciales del año entrante.
Para Benedetti, lo natural es delinquir. Se siente inmune gracias a la garantía que durante décadas le ha dado la justicia que no ha atrevido a actuar en su contra, a pesar la abultada cantidad de evidencias que prueban su participación en una larga lista de delitos y asaltos al erario. El ministro petrista se ha cuidado de mantener debidamente aceitados a los fiscales y magistrados que adelantan investigaciones en su contra.
Desde homicidios, pasando por chuzadas ilegales y terminando en el drenaje del presupuesto nacional, el entrante ministro puede ser etiquetado como el más despreciable de los corruptos que ha parido Colombia.
Hay quienes alegan que Petro produjo ese nombramiento bajo amenazas. Esa es una lectura equivocada. Es cierto que Benedetti ha amenazado con contar todo lo que sabe, pero no es menos cierto que él, como buen delincuente, es guapo hasta el momento en que puede caer en las manos de la justicia. Si él habla, a Petro no le pasará nada.
En cambio, el delator se estaría autoincriminando y seria muy difícil que la justicia, que ha sido su cómplice, continúe absteniéndose de proceder en su contra.
Así que la de Petro y Benedetti no es una alianza política, sino un pacto entre hampones que se benefician y al mismo tiempo se temen mutuamente. El que se descuide será eliminado por el otro. Mientras llega ese momento, el negocio entre ambos seguirá funcionando, a un costo muy alto para los colombianos que impotentemente empezarán a registrar la puesta en marcha de una sucia y descarada operación de corrupción política bajo la dirección del nuevo ministro del Interior.
@IrreverentesCol
Publicado: febrero 26 de 2025