Venezuela: una operación mercenaria

Venezuela: una operación mercenaria

Los Estados definen su política exterior de acuerdo con sus intereses. Ninguno entra en guerra sin que haya una amenaza real que ponga en riesgo su integridad, o la vida de sus habitantes. 

El presidente Uribe ha dicho que se requiere de una intervención militar avalada por la ONU, para efectos de remover al régimen dictatorial venezolano. 

La propuesta es interesante, pero inviable. En el Consejo de Seguridad tienen asiento y poder de veto Rusia y China. Ambos son aliados fundamentales de Maduro. En el momento en que la proposición de una acción multinacional llegue al Consejo, los representantes de esos dos países se atravezarán. 

Está probado que a la dictadura venezolana poco le afectan las sanciones, las presiones y los “enérgicos” pronunciamientos de la llamada “comunidad internacional”. 

Ninguna angustia le produce a Maduro, Cabello y Padrino que por sus cabezas se ofrezca en total U$65 millones de dólares, 25 por cada uno de los primeros y 15 por el general ministro de Defensa quien es, en la practica, la columna vertebral de la satrapía.

Los hampones se acostumbran a vivir con la justicia respirándoles en la nuca. Petro, que durante décadas estuvo en la clandestinidad, puede dar fe de ello. 

Por supuesto que hay que mantener la solidaridad con el oprimido pueblo venezolano, hay que continuar respaldando las valerosas iniciativas de quienes dentro y fuera de ese país luchan a brazo partido por la recuperación de la libertad. La de ellos será una lucha eterna como la que libran los cubanos desde hace 65 años. 

Aunque los optimistas le apuntan a un pronto desenlace, la realidad indica que el asunto venezolano va para largo. Mientras Vladimir Padrino y la cúpula de las Fuerzas Militares venezolanas sigan comprometidos con la causa criminal, la dictadura se mantendrá.

Si los opositores en la diáspora logran que Estados Unidos y la Unión Europea acuerden una solución que incluya impunidad, blanqueo de capitales y seguridad física para esos delincuentes, tal vez, y sólo tal vez, podría registrarse una defenestración de la dictadura, planteamiento poco viable porque de por medio hay crímenes de lesa humanidad que, además de su imprescriptibilidad, no pueden ser amnistiados. 

Y esas violaciones a los derechos humanos se han perpetrado con la participación activa del general Padrino y los suyos.

Otro elemento que no puede ser matizado es el que tiene que ver con el tráfico de estupefacientes. Maduro paga el apoyo de las Fuerzas Militares permitiendo que estas funcionen como un cartel del narcotrafico. Buena parte de la cocaína que llega a los Estados Unidos y a Europa a través de la ruta africana, es transportada por organizaciones de las que los militares bolivarianos hacen parte. De ahi viene el innoble título de “cartel de los soles”. 

Así pues, la impunidad, que ademas es inmoral, resulta improbable. 

Todo ello, conduce a reforzar la tesis de que de la solución depende exclusivamente de los propios venezolanos. La vía electoral se agotó hace muchísimos años. Algunos dicen que las últimas elecciones fueron fundamentales para recabar las pruebas que hacía falta. Pero de nada han servido las actas que desde el primer momento exhibió la valiente María Corina Machado. 

Mucho se habla de la alternativa mercenaria. Aunque parece una opción inspirada en una novela policiaca de Frederick Forsyth o de John LeCarré, es posible que existan empresas de seguridad privadas interesadas en adelantar una operación tendiente a lograr la neutralización de la cúpula venezolana, bajo la motivación de lograr el recaudo de las recompensas fijadas por la justicia estadounidense. Ahí radica la trascendencia de la propuesta del exgobernador y ahora senador por el estado de Florida Rick Scott quien plantea aumentar el pago a U$100 millones de dólares. Ese es un número que resulta muy atractivo. 

Las voces de quienes desde la distancia hablan de una “invasión” internacional, particularmente de los Estados Unidos, aunque respetables, son fantasiosas. A la fecha no existe una sola justificación para que los norteamericanos inviertan miles de millones de dólares y pongan en riesgo la vida de centenares de soldados en una confrontación a todas luces insensata.

También se equivocan los que alegan que una guerra es justificable por tratarse de la amenaza de una dictadura de extrema izquierda. Error. Cuba y Nicaragua son dos casos que sirven de ejemplo. La isla, bajo el régimen castrista, durante décadas sirvió como puente para el narcotráfico. Y en la Guerra Fría, era un bastión soviético 90 millas al sur de los Estados Unidos. 

Todo el apoyo moral a los venezolanos defensores de la democracia, respaldo que debe estar acompañado de fuertes medidas de control migratorio para evitar nuevas oleadas de delincuentes como los que ahora aterrorizan a muchas ciudades del continente. 

@IrreverentesCol

Publicado: enero 15 de 2025 

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