Alerta, colombianos

Alerta, colombianos

Las limitaciones físicas que me impone la avanzada edad dificultan mi asistencia cotidiana a la iglesia, motivo por el cual ya sigo la celebración de la misa a través de la transmisión televisiva de Magnificat TV, la estación de los Franciscanos de María, bien sea desde Roma o desde Madrid.

Los padres Santiago y Javier Martín suelen pedir en las eucaristías por las víctimas de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, países cuyos gobernantes han convertido en verdaderos infiernos.

Cuba, que es objeto de veneración del que nos desgobierna, sufre toda clase de padecimientos bajo la opresión de una minoría despiadada y rapaz. Aunque allá se dice que se garantiza la libertad religiosa, de hecho el régimen promueve el ateísmo y maltrata a los creyentes. Hace poco leí las declaraciones de un sacerdote católico que contaba que en su juventud le negaron el acceso a la universidad porque ésta sólo se reservaba a los revolucionarios. La opresión policial es la regla, sobre todo ahora que todo escasea en esa isla prisión.

Nicaragua está sometida al yugo de una pareja demoníaca. Es de público conocimiento que la brujería hace su agosto en ese desafortunado país. Su gobierno ha desatado una feroz persecución contra la Iglesia católica, pese a que fueron los jesuitas de la Teología de la Liberación los promotores de la revolución sandinista, según lo demuestra Ricardo de la Cierva en su importante libro «Las Puertas del Infierno», que trata sobre los ataques que en los últimos siglos ha sufrido la Iglesia y cómo ésta ha logrado defenderse.

El caso de Venezuela es atroz. Hace poco escribí sobre el régimen mafioso que impera en la Rusia de Putin. Nuestra nación vecina no se queda atrás. También una pandilla asesina y ladrona se ha enseñoreado allá, en donde ha desaparecido todo vestigio de Estado de Derecho y lo que impera es una despiadada arbitrariedad. Estamos a pocos días de saber si ese bravo pueblo podrá recuperar su libertad o continuará sometido a la ominosa tiranía de Maduro y sus copartícipes.

Nuestra región no ha madurado en lo que concierne a la política. Hace algo más de setenta años, cuando llegué al uso de razón, casi toda estaba dominada por dictadores que fueron cayendo uno tras otro en lo que se pensaba que venía en camino una primavera democrática. No ocurrió así. La violencia comunista suscitó reacciones dictatoriales en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y otros países.

Un gran libro de Germán Arciniegas que se reeditó hace poco, «Entre la Libertad y el Miedo», describe el drama de la democracia liberal en Nuestra América en la primera mitad del siglo pasado. Hoy recupera su actualidad, sobre todo cuando se consideran los citados casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. 

Nosotros padecemos hoy el desgobierno de un comunista recalcitrante y taimado que deplora la caída del muro de Berlín, le rinde culto a Mao Zedong y acaba de hacer el elogio de Castro. Fue asesor de Chávez y es in péctore correligionario de Maduro y sus matones, pero no se atreve a hacerse presente en el lastimoso evento de la posesión que proyecta para el próximo 10 de enero. Allá estará, sin embargo, su embajador, salvo que las circunstancias lo impidan.

No cabe duda del talante despótico del actual inquilino de la Casa de Nariño. Hará todo lo posible para permanecer ahí, aunque sea en cuerpo ajeno. Nos esperan momentos muy difíciles y es necesario que todos los que descreemos de las promesas del comunismo nos pongamos de acuerdo para hacerle frente a tamaña amenaza. No hay que prestar oídos sordos a los llamados que se vienen haciendo para salvar a nuestra patria, que hoy está en tan malas manos.

Hay que unir nuestras oraciones a las de las Franciscanos de María para que la Providencia obre liberándonos de caer en lo mismo de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

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