Encuentro en a página 131 del excelente libro de Hernando Gómez Buendía, «La Verdadera Historia de Colombia», una cita de Rafael Núñez que viene como anillo al dedo en torno de la situación actual de nuestra patria. Dice así:
«No hay otra política de paz que la fuerza…Si hay mucho ejército, hay mucha paz»-
Son enunciados que nacen de la experiencia de las sociedades civilizadas, las cuales se fundan en el monopolio de la fuerza legítima en cabeza del Estado. Si éste es incapaz de ejercerlo, como ha sucedido desafortunadamente en distintos momentos de nuestra historia, la violencia se enseñorea y oprime a las comunidades.
Sólo puede hablarse de Estado de Derecho o del Social si el Imperio de la Ley se hace efectivo a lo largo y ancho del territorio.
En la hora presente el panorama colombiano exhibe, por una parte, una fuerza pública debilitada, desmoralizada y humillada por un gobernante que la desprecia y hace todo lo posible para reducirla a la impotencia, mientras que, por la otra, crece el dominio territorial de grupos armados ilegales que invocan una legitimidad basada no en la representación popular, sino en sus delirios ideológicos, o quizás tan sólo en su capacidad ofensiva, la cual se ha multiplicado por la tolerancia que hacia el narcotráfico exhibe sin tapujos el que en mala hora nos desgobierna.
En contravía de la experiencia histórica y el más elemental buen sentido político, anda empeñado en negociar con unos delincuentes de la peor calaña dizque una paz total que se derivaría de un perdón también total, que es uno de los temas que según viene diciendo debería tratarse dentro del proceso constituyente que pretende poner en acción.
Por supuesto que para esta aventura cuenta con el apoyo de todos esos maleantes, muchos de ellos responsables de crímenes que han aterrorizado a la nación entera. Se escucha, por ejemplo, vociferar al siniestro sujeto que se conoce por el alias de Iván Márquez que la constituyente petrista sería bienvenida para eliminar la enredadera normativa con que la oligarquía tiene sometido al pueblo. Esa enredadera no es cosa distinta que la Constitución de 1991. Y qué decir de lo que se proponen los fatídicos dirigentes del ELN, que andan festejando 60 años de crueldad contra el pueblo colombiano.
A todas luces, la paz y el perdón totales que promueve este desgobierno no conllevan la sujeción de los grupos armados ilegales al ordenamiento jurídico del Estado, sino la claudicación de la autoridad legítima ante sus protervas pretensiones.
¿Cuál sería la Constitución admisible para esos grupos? ¿En qué podrían consistir las reformas política y territorial que tiene en mente nuestro Líder Galáctico para satisfacer los apetitos de los malandrines que los controlan? ¿Se puede creer en que dándoles gusto cumplirían los consabidos compromisos de verdad, justicia, reparación a las víctimas y no repetición? Si esto no ha resultado del Acuerdo Final que selló Santos con las Farc, ¿qué razón habría para creerles a los asesinos del ELN, el EMC, la Nueva Marquetalia o el Clan del Golfo y demás criminales a los que se quiere incorporar a tan desquiciada política gubernamental?
En otra oportunidad he llamado la atención acerca de que este desgobierno pretende imponernos el comunismo, la anarquía, la corrupción y en últimas la dictadura, pues el reinado del caos es lo que favorece sus funestos designios.
Insisto en que debemos orar para que la Providencia se apiade de Colombia.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: julio 10 de 2024