Ha trascendido que el comandante del ejército, el general Mauricio Ospina, valiéndose de su poder, ordenó seguimientos e interceptaciones ilegales al profesor de inglés de su esposa, noticia que está probada y que el propio oficial ha tenido que confirmar, matizando que aquellas conductas fueron desplegadas por subalternos suyos sin que mediara su consentimiento.
La explicación del general es una grosera afrenta a la inteligencia de los colombianos. Los equipos de inteligencia, todos ellos donados por el gobierno de los Estados Unidos, son de uso específico: la persecución del terrorismo y del narcotráfico. Se entiende que aquellos no pueden emplearse para oír las conversaciones y movimientos de los amantes de las esposas de los integrantes de la Fuerza Pública.
Si la esposa del comandante del ejército tiene amoríos con su profesor, es un asunto que el afectado por la infidelidad debe confirmar de manera privada, y no a través de la utilización de herramientas públicas. Es posible que el cornudo haya concluido que si la favorita de Petro, la señora Laura Sarabia, se valió del poder del Estado para perseguir a una humilde niñera, él estaba facultado para hacer exactamente lo mismo en aras de desenmascarar al hombre que él sospecha tiene un amorío con su cónyuge.
El gobierno, hasta ahora, se ha ocupado de la protección del general chuzador. No lo hace por convicción sino por conveniencia. Seguramente el general Ospina es un hombre que conoce muchas cosas del régimen y su silencio es imprescindible. Aquello explicaría la “lealtad” hasta ahora observada por el oscuro ministro de Defensa Iván Velásquez.
Paralelamente a la revelación de las andanzas del comandante del Ejército, se conoció el video de la ministra de Deporte Astrid Rodríguez con ocasión de la inauguración de los juegos nacionales del Eje Cafetero.
No se trata de una grabación ralentizada ni manipulado. Efectivamente la funcionaria no podía modular. Se veía perfectamente incapacitada para leer el papel que tenía en sus manos.
Lo primero que debe descartarse es una incapacidad médica. Pero no. La señora Rodríguez no tiene dificultades de dicción, ni padece tartamudez, tal y como puede constatarse al ver otras intervenciones suyas. Sin ser una experta en el manejo del español, es una persona que no tiene dificultades en el habla.
Ella sigue el ejemplo de su nominador que no teme dar discursos perfectamente embriagado o drogado. La hemeroteca de Petro está colmada de intervenciones suyas bajo efectos de sustancias alucinógenas o espirituosas.
La ministra ha querido liquidar la polémica alegando, como ha hecho Petro en otras ocasiones, que el vídeo en cuestión ha sido manipulado. Para desgracia suya, la única voz que se nota evidentemente atropellada es la suya, pues la rechiflas en el fondo tienen un sonido impecable.
La ministra es libre de consumir lo que le venga en gana en sus momentos de privacidad. Allá ella si quiere echar a perder su salud. Pero no tiene derecho a presentarse como un perfecto fardo en el lanzamiento de un certamen deportivo.
Es lamentable que la ministra, precisamente del deporte, dé un ejemplo tan lamentable. ¿Cuando traza políticas públicas sobre el deporte, lo hace intoxicada?
Los altos funcionarios son el reflejo del gobierno. El presidente y sus ministros ejercen sus cargos aletargados por el alcohol y las drogas. Otros, como Laura Sarabia y el comandante del Ejército, chuzan a sus empleados y a los amantes de sus parejas.
Corrupción y degradación por todos los frentes, aunque algunos majaderos insistan en que eso se llama “cambio”.
Publicado: noviembre 14 de 2023