Las mamarrachadas de Alejandro Gaviria

Las mamarrachadas de Alejandro Gaviria

Ninguna autoridad tiene el señor Alejandro Gaviria para cuestionar al presidente socialcomunista Gustavo Petro. 

Él fue uno de los responsables de la victoria del actual mandatario colombiano, luego de confirmar el fracaso de su candidatura presidencial. 

Gaviria es un sujeto pusilánime que se vende al mejor postor. Su precio más reciente fue el ministerio de Educación, entidad en la que estuvo durante pocos meses. Fue el primer ministro al que Petro sacrificó. 

Se trata de un tipo sobrevaluado, enamorado de si mismo, al que le gusta oírse y autoalabarse. Su carrera política, hay que decirlo, ha sido catastrófica y de eso da cuenta el ridículo que hizo cuando creyó que contaba con las credenciales para ser presidente de Colombia. 

Su pasión es la de vivir, cual parásito, de la savia de la República. En el gobierno de Santos ejerció como ministro de Salud y, claro, se encargó de que su esposa también fuera incluida en la nómina oficial, procurando su designación como codirectora del Banco de la República. 

Cuando era ministro de Petro fue el responsable de la filtración de la proclividad de su jefe por la bebida y la farra, con lo que se evidencia que, además de todo, es un traidor. Por elemental lealtad, un subordinado no no revela intimidades de su jefe. Y si el temperamento de su nominador riñe con sus principios morales, la renuncia es la vía coherente y declarar de frente, no a través de mensajes a periodistas, las razones por las que ha decidido apartarse. 

Algunos, equivocadamente, creen que Alejandro Gaviria adopta una actitud patriótica al cuestionar y criticar a Petro -hasta escribió un libro en contra de él-, cuando lo que hay en el fondo es un profundo desengaño y resentimiento por haber sido lanzado al asfalto. 

Hace dos años Gaviria era rector de la principal universidad de Colombia, con un salario envidiable. Renunció para ser candidato presidencial. Luego, afincó todas sus esperanzas en la generosidad de un Petro canalla que literalmente le arrojó algunas migajas. 

Gaviria, soberbio y altivo, jamás creyó que a los pocos meses iba a salir por la puerta de atrás. 

Tramita su resentimiento tratando de imponerse como un jefe legítimo de la oposición, lanzando cuestionamientos contra el felón Petro. 

No hay que caer en la trampa. Gaviria es una veleta. Que se quede contabilizando sus fracasos y el producto de sus estupideces, pero que no trate de capitalizar a favor suyo el descontento mayoritario del pueblo colombiano con régimen socialcomunista. 

Ahora, ha dicho que, si Petro no se va en 2026, “lo sacamos”. ¿A quiénes se refiere? ¿A las personas que como él ayudaron a entronizarlo en el poder? Es evidente que cuando Petro cumpla su periodo se tendrá que largar, salvo que dé un golpe de Estado. No tiene mayorías para adelantar una reforma constitucional que amplíe su periodo, o que reincorpore la reelección. Su movimiento político será duramente castigado en las elecciones regionales de finales de mes, y su coalición en el Congreso será cada vez más frágil. 

En un país donde su clase política acostumbra a burlarse y a maltratar a los ciudadanos, es importante sentar un precedente, sacando de la ecuación de la oposición a Alejandro Gaviria. Él no puede ser bienvenido. Que siga expresándose a través de su cuenta de X, mientras consigue empleo o logra un nuevo nombramiento en el gobierno y ahí, seguramente, se le quitará el antipetrismo. 

@IrreverentesCol

Publicado: octubre 18 de 2023