Hace un poco menos de tres años traté infructuosamente de liderar la revocatoria de Claudia Lopez. Desafortunadamente, para la ciudad, hubo un complot dirigido desde la Registraduría Nacional y el Ministerio de Salud de ese entonces para bloquear la iniciativa. Después de seis meses no habían entregado las planillas para buscar las firmas de los bogotanos, acabaron los tiempos. Al final de más de 100 revocatorias de mandato radicadas ante el Consejo Nacional Electoral en el país, ninguna salió adelante.
Hoy en día revisando su plan de gobierno nos damos cuenta que no ha cumplido con lo mínimo que debió hacer. Esta ha sido de lejos una de las peores administraciones municipales. Tenemos que dejar de elegir alcaldes por simple reconocimiento ante la opinión pública como el que ella tiene y empezar a hacerlo por competencias, que conozcan la ciudad y sepan administrar.
Bogotá está acabada. Parece que estuviera en guerra. Cualquier indicador es negativo: la inseguridad cada vez peor, la inmovilidad en los primeros lugares a nivel mundial y, hoy, su plan de obras y seguimiento de estas es una catástrofe. De la ciudad verde que prometió sólo quedan los plásticos verdes, escondiendo las obras inconclusas por todas partes.
Lo grave, es que lo que viene es peor. La alcaldesa tiene el grave problema de no querer oír a la ciudadanía. Quiere a toda costa pasar por encima de todos. Esto se ve reflejado en proyectos como el corredor verde de la carrera séptima. Los habitantes han salido a marchar, han pedido poder opinar, pero todo ha sido en vano. Este proyecto ya salió a licitación sin ninguno de los cambios que pidió la ciudadanía. Pero, además, ahora está presionando el proyecto con el argumento de que si se cae el corredor verde no se puede hacer el Metro. Ese cuento no se lo cree nadie.
No contenta con el corredor verde, ahora va por el proyecto del nuevo Campín. Lo quiere hacer como una asociación público-privada, pero en este proyecto tampoco ha tenido en cuenta a la ciudadanía. Existe la sensación de que solo el parecer de ella y de sus colaboradores es importante. No le interesa pisotear a la ciudadanía con tal de lograr su cometido. Un ejemplo de la irracionalidad del proyecto es tumbar el estadio de futbol de 35.000 personas para hacer uno nuevo de 40.000. Lo lógico sería que, entrado en obras Bogotá, tuviera un estadio de por lo menos 60.000 personas.
Cuando ni siquiera se ha entregado este proyecto ya se empezaron a hacer los desalojos a la fuerza. Tal es el caso del Club de Tenis Distrital, una entidad que existe en parte de los terrenos del proyecto desde 1961, que nació como un sitio de recreación para los empleados distritales, que tiene unas buenas instalaciones deportivas con más de 10 canchas de tenis de polvo de ladrillo y que ha venido funcionando con un contrato de comodato con el distrito.
Es un club que le ha dado grandes figuras de tenis a Colombia como Adriana Isaza y “Cachito” Gomez por nombrar algunos. Entre este club y el Club el Campín, que es vecino y que seguro desalojarán en los próximos días, la ciudad va a perder más de 20 canchas de tenis que hoy utilizan más de 1500 personas y que el distrito no va a reponer en ninguna parte, mucho menos en un lugar tan céntrico.
Lo lógico sería aprovechar estas instalaciones en el nuevo parque que ya están construidas, entregarlas en arrendamiento a la Liga de Tenis de Bogotá que ya maneja las del Salitre y Parque Nacional y que la ciudadanía pueda seguir utilizándolas. Ya hace unos dos años el distrito tiene abandonadas 4 canchas en los alrededores del Campín sin ninguna razón aparente.
Afortunadamente nos quedan solo un poco más de tres meses de esta administración que por su mala gestión no logró siquiera tener un candidato propio en las elecciones que vienen.
Publicado: septiembre 25 de 2023