El odio hacia el “establecimiento” y todo lo que lo represente ha sido una constante en la vida de Gustavo Petro. Cuando fue terrorista activo de la banda criminal M-19 y operaba bajo el alias de “Aureliano”, esa estructura delincuencial azotó a Cundinamarca y Bogotá con homicidios, secuestros y extorsiones. Como consecuencia del acuerdo de paz suscrito entre el gobierno de Virgilio Vargas y el M-19, Petro fue amnistiado.
En 1992, se salvó de ir a la cárcel luego de que una valiente juez de la República les dictara a él y a otros 25 cabecillas del terrorismo resolución de acusación por la toma del Palacio de Justicia. Una ley de “reindulto” aprobada a las volandas por el Congreso de la República –promovida por Álvaro Uribe-, evitó que él y sus secuaces terminaran tras las rejas.
Nombrado en Bélgica como Primer Secretario de la Embajada de Colombia en aquel país, Petro aprovechó no solo para estudiar sino para promover agitaciones y manifestaciones contra el Estado colombiano. Era curioso, le contó un ex funcionario de aquella misión diplomática a LOS IRREVERENTES: “Petro recibía sueldo del Estado para que lo representara, pero se concentraba en atender reuniones con ONG críticas de Colombia y alentaba para que se hicieran manifestaciones contra el gobierno de Colombia frente a la Embajada”.
Llegó al Congreso jalonado por Antonio Navarro quien lo convirtió en su segundo renglón a la Cámara de Representantes por Bogotá en las elecciones de 1998. Luego, en 2002, se lanzó por cuenta propia y obtuvo la primera votación en la capital colombiana. Ya en 2006 dio el salto al Senado y luego aspiró a la presidencia en 2010 obteniendo un magro resultado (9.13% de los votos).
Petro es un hombre que construye sobre la división. No es una persona de consensos. Mentiroso y manipulador. Un día cualquiera dijo que el coronel Alfonso Plazas Vega lo había torturado en la Escuela de Caballería cuando estuvo detenido en aquella guarnición militar luego de que fuera detenido con un arsenal de armas en su poder. La acusación resultó falsa: para la época de esa detención, Plazas Vega estaba viviendo en España.
Edificó su candidatura a la alcaldía de Bogotá apostándole a la división entre ricos y pobres, entre “buenos y malos”. Su visión de la política es perfectamente confrontacional; la entiende como una actividad en la que hay vencedores y vencidos. Cuando se vea o estudie el caso de Gustavo Petro, siempre hay que tener en el horizonte un hecho cierto: él fue el maestro, el profesor, el cerebro de mucho de lo que hizo Hugo Chávez en Venezuela. Cuando Chávez fue amnistiado por Caldera, sin un centavo, sin respaldo alguno, viajó a Bogotá. Petro se encargó de su manutención en la capital colombiana, donde aprovechó el tiempo para construir la candidatura presidencial que lo condujo al poder en Venezuela en 1998.
Cuando Chávez vivió en Colombia, Petro fue su promotor y patrocinador
Alcalde de minorías
La división entre Peñalosa, el hoy ministro de las TIC David Luna, Gina Parody y Carlos Fernando Galán, favoreció enormemente la aspiración de Gustavo Petro en 2011 cuando corrió por la alcaldía de Bogotá.
La suya fue una campaña en la que se propició la lucha de clases, planteándose una división social que en el corto plazo le hizo muchísimo daño a la capital. El alcalde no es de ellos o aquellos, sino de todos, atendiendo las necesidades que tienen todos los segmentos de la comunidad, al margen de su situación socioeconómica.
Durante los 4 años que estuvo en el Palacio Liévano, Petro se dedicó a politizar a la ciudad, no a administrarla. De hecho, la suya fue una gestión caótica que se reflejó en el elevadísimo nivel de impopularidad con que salió del cargo y cuyas consecuencias hoy está pagando Enrique Peñalosa, quien recibió a una Bogotá perfecta y totalmente desencuadernada en materia administrativa.
¿Próximo presidente?
Produce sorpresa el resultado de la reciente encuesta que ubica a Gustavo Petro en el primer lugar como persona idónea para poner en práctica los acuerdos de paz que se suscriban con la guerrilla terrorista de las Farc, empatado con el vicepresidente Germán Vargas Lleras.
Que el 14% de los encuestados crea que él es quien debe reemplazar a Santos, debe ser motivo de reflexión por parte de las fuerzas vivas de la política colombiana. Gustavo Petro como presidente de la República atentaría contra la democracia con igual o mayor virulencia que la que se le vio a Hugo Chávez en Venezuela.
Petro es un hombre que desprecia las leyes, los controles. No respeta a la autoridad ni se ciñe a las reglas de juego. Como alcalde de la capital, mostró cuál es su catadura y cuando se adoptaron decisiones que eran contrarias a sus intereses, en vez de acatarlas con talante republicano, activaba su populismo convocando a indigentes y sectores marginales de la ciudadanía para ahogarlos con discursos incendiarios que estuvieron a punto de desatar reacciones violentas cuyas consecuencias habrían sido nefastas para la ciudad.
La democracia brinda todas las garantías para que Gustavo Petro pueda, independientemente de su pasado criminal, hacer política. Pero esa misma democracia le da iguales mecanismos a quienes quieran impedir que él acceda a la Presidencia. En manos de los defensores de la libertad está el evitar que una persona enemiga de las leyes y del pluralismo ideológico resulte elegido como gobernante de los colombianos.
@IrreverentesCol