Sucedió lo que absolutamente nadie había previsto. Desde el mismo instante en que Pedro Sánchez disolvió las cortes y convocó a elecciones generales, todos los sectores de la opinión pública, la política y la prensa daban por descontado que había llegado el fin del régimen que ejerce el gobierno español hace cinco años.
El pronóstico no era caprichoso. En las elecciones autonómicas y municipales de mayo el bloque de derecha registró una victoria incontrastable. Todos los síntomas sociales indicaban saturación social respecto de Sánchez.
Anunciado el llamado a elegir un nuevo senado y congreso de los Diputados para el 23 de julio, el primer reclamo surgió, precisamente, por la fecha. Las votaciones coincidían con el punto más cálido del verano y con la temporada vacacional. Se previó un posible aumento de la abstención, fenómeno que no ocurrió. De hecho, hubo más participación porcentual, respecto de las últimas elecciones generales de 2019.
Como es costumbre en todos los procesos electorales, al maremágnum de información se sumó el de las encuestas. Las hubo para dar y convidar. En todos los casos se previó que el Partido Popular quedaría en primer lugar, hecho que sucedió. Pero se estimaba que el partido azul, ahora en cabeza del gallego Alberto Núñez Feijóo, obtendría más de 140 curules. Algunos advertían que superaría los 150 escaños. Las urnas dijeron algo que no se previó en ningún sondeo: 133 curules.
A pesar de mantenerse como la tercera fuerza política española, el partido VOX sufrió un fuerte bajonazo, pasando de 52 a 33. Una reducción de 19 diputados que se puede explicar por la demoledora campaña a la que fue sometida la colectividad de Santiago Abascal respecto del llamado “voto útil”. La recreación de un panorama del PP arrollador, fue el preámbulo para manipular a miles de electores de VOX y convencerlos de que la eficacia consistía en votar por los populares en aras de asegurar la mayoría absoluta.
Otros analistas señalan que VOX desaprovechó estas semanas de campaña y que, en vez de concentrar en difundir los elementos clave de su programa de gobierno, se concentró en pelear con su socio natural, el PP.
Respecto de Sánchez y del PSOE, se sentenciaba una derrota implacable, con no más de 110 escaños en la Cámara. La izquierda, hay que decirlo, se movilizó. Se echó la campaña al hombro, difundió con astucia el mensaje mentiroso de que un gobierno de PP-VOX sería un régimen fascista que perseguiría a las minorías y demás.
Asustando con el ‘coco’ del supuesto extremismo de VOX, la izquierda y los comunistas se salieron con la suya. El PSOE no solo no bajó, sino que subió en el número de escaños, pasando de 120 a 122.
Los comunistas, ahora cobijados por la formación denominada Sumar, obtuvieron 31 escaños y se consolidaron como la cuarta fuerza política.
El sentido común indica que el partido más votado sea el encargado de liderar la formación de gobierno. Pero los números no le alcanzarán al PP, con lo que se presentará un panorama dramático y, evidentemente, antidemocrático: los partidos menos votados, pero coalicionados, gobernarán, mientras que los más votados tendrán que resignarse a ejercer la oposición.
Igual, no hay hasta el momento nada definido y por eso, hasta el momento, puede sentenciarse que en estas elecciones no hubo un ganador.
El ordenamiento de la constitución española es claro: ejercerá el gobierno el partido o la coalición que sume, como mínimo, 176 curules. Estas son las cifras, por bloques:
Bloque de derecha:
Partido Popular: 136 escaños.
VOX: 33 escaños.
Coalición canaria: 1 escaño
A este bloque le faltan 6 curules para alcanzar esa mayoría
Bloque de izquierda:
PSOE: 122 escaños.
Sumar: 31 escaños.
A este bloque le faltan 23 curules para la mayoría.
La solución al problema está en manos de los partidos minoritarios, los separatistas y los portavoces del terrorismo de ETA.
La colectividad vasca denominada EH-Bildu, que es proetarra y que está liderada por Arnaldo Otegi, alcanzó 6 asientos.
ERC -Esquerra Republicana- es un partido separatista violento. En las elecciones del pasado domingo logró 7 asientos.
El PNV -partido nacionalista vasco- llegó a 5 curules.
Otro partido independentista catalán, Junts per Catalunya tuvo 7 asientos.
Configurando lo que en España han denominado un acuerdo Frankenstein, Pedro Sánchez, sumando pequeños resultados, superaría las 176 curules necesarias para mantenerse en el poder.
No será un gobierno, sino una amalgama en la que Sánchez tendrá que ceder en temas fundamentales, sobre todo frente a los llamados independentistas por los que propenden los partidos catalanes y, lo que es supremamente delicado, entregando cuotas de poder al partido que representa los intereses de la banda terrorista ETA.
Las elecciones españolas ratifican la vieja enseñanza de que en política el triunfalismo es demoledor. La derecha española hizo una campaña relajada, muy poco atractiva. Hubo errores de estrategia y de forma. El olor a victoria pudo desestimular a la movilización de los electores, muchos de ellos en plenas vacaciones.
Lo cierto es que la mayoría ciudadana se opone al régimen de Sánchez quien, de lograr configurar un gobierno, ejercerá el poder con millones de españoles oponiéndosele.
Publicado: julio 24 de 2023