Esta semana podría quedar definida la Reforma a la Salud del presidente Petro, que echa por la borda todos los avances conseguidos a lo largo de 30 años por la ley 100, que se ha pulido hasta niveles inimaginables. Un sistema de salud que había llegado prácticamente a la cobertura universal y que provee un alto porcentaje de los servicios y tratamientos más costosos sin importar el origen del paciente. Un sistema que les ha brindado a toda clase de personas, y sin poner un centavo, una atención que no podrían haber pagado jamás, logrando acceder a trasplantes de órganos, a tratamientos contra enfermedades como el cáncer, el VIH o la diabetes, a diálisis permanentes, a atención de traumas por accidente o casos de violencia y muchas cosas más. Hoy, prácticamente cualquier acto médico es de alto costo, pero ya nadie tiene que vender la casa para obtener atención en clínicas de primer nivel.
Sin embargo, todo eso se va a acabar poniendo en juego la vida de mucha gente. ¿Por qué? En el caso de Petro, por meras cuestiones ideológicas; en el caso de politiqueros como la señora Dilian Francisca Toro, por sus ansias desmedidas de poder para apropiarse de jugosos presupuestos. Esta señora vendió los votos de su partido a cambio de la Gobernación del Valle. No llegará a gobernar sino a saquear, y quien crea que ella y los demás que están aprobando este esperpento se están dando un tiro en el pie porque el nuevo sistema tampoco será bueno para ellos, hay que decirles que es tanta la mermelada que esta gente y sus familias, podrán acudir a países avanzados en pos de su salud o moverán «roscas» para tener una atención privilegiada. Para ellos no habrá perjuicios.
Claro que acabar con la salud no es la única barbaridad que quiere imponer este gobierno. Ya la aterradora Reforma Laboral también va dando muestras de que será aprobada sin mucha resistencia por este Congreso inicuo. Es como si a nadie le importara que hasta el mismo Banco de la República ha señalado que calcula una pérdida de hasta 746.000 puestos de trabajo, sin que se genere ninguno. De hecho, la ultracomunista ministra del Trabajo, Gloria Ramírez, ha dicho sin sonrojarse que esta reforma no es para generar empleos sino para «dignificar el trabajo».
Es que a este gobierno le parece muy encomiable dificultar el despido sin justa causa sin considerar que ello entorpece la contratación de nuevos empleados. El gobierno tampoco parece entender que la falta de flexibilidad de los contratos de trabajo va a acabar con miles de puestos de las plataformas digitales tipo Rappi y con el sector turístico en general, el que iba a remplazar las ganancias que nos da el petróleo, el 40% de los ingresos de la nación. No hay hotel ni restaurante, ni establecimientos similares, que no considere que esta reforma encarece gravemente los costos laborales, lo que trasladarán al consumidor final desincentivando el consumo, con grave impacto en la economía en general, y en el combate a la pobreza. Y lo mismo opinan todas las pequeñas y medianas empresas.
Pero Petro rematará la economía con otra reforma cuyos efectos más nocivos se verán a mediano y largo plazo: la Reforma Pensional. Ahora sí pasaremos todos a ser una sociedad de pobres con graves efectos en el consumo que se pueden evidenciar en un ejemplo propuesto por expertos: una persona que devengue 9,2 millones/mes y se pensione hoy tendría una mesada pensional de unos 5,6 millones; pero con la reforma de Petro esa mesada solo será de unos 3,7 millones, que son casi la tercera parte del salario, con lo que no podría cubrir su habitual tren de gastos. ¿Qué tal si esa persona paga la universidad de un hijo o la cuota de un apartamento? Y pocos ganan un sueldo tan generoso, así que el caso de la mayoría será aun más dramático.
Por otra parte, poco se le ha explicado a la opinión pública el asunto del pilar semicontributivo, en el que quedaran automáticamente quienes hayan cotizado menos de 1.000 semanas en los fondos de pensiones. A diferencia de hoy, el ahorro pensional no se lo van a devolver a nadie sino que Colpensiones les dará a estas personas una mesada vitalicia a partir de los 65 años, perdiendo tres años los hombres y ocho las mujeres. En principio suena bien, pero esa mesada será de una magnitud irrisoria que estaría determinada por las semanas cotizadas. En el mejor de los casos, para quien haya cotizado cerca de las 1.000 semanas, la mesada sería de unos 100.000 pesitos, que le alcanzarán para comprar un juguito de caja y un pan de mil. Pero como la mayoría solo cotiza unas 500 semanas, se pensionarán con cerca de 50.000 pesos/mes y estarán muy por debajo de la línea de pobreza. Con semejante despiporre este gobierno sacará pecho diciendo que elevó como ninguno la cobertura pensional, cuando la verdad es que entre las reformas Laboral y Pensional nos convertirá en un país de menesterosos dependientes de papá Estado.
Y todo eso está ocurriendo a pupitrazo limpio mientras el país anda entretenido con el tema de los niños perdidos en la selva, que algunos dudan que existan y otros creen que están en manos de alguna tribu nómada que no le ha permitido a Petro anotarse el éxito del rescate, lo que necesita de urgencia para no caer en el fondo de las encuestas.
Publicado: mayo 23 de 2023