¿De qué se sorprenden?

¿De qué se sorprenden?

El Petro violento, amenazante, salvaje que el país vio el pasado 1 de mayo, no es un fenómeno ni el resultado de una crisis. Esa es la naturaleza de quien ejerce el poder en Colombia.

No se trata, como equivocadamente se ha planteado por algunos medios de comunicación, de una manifestación de iracundia del mandatario. 

Petro está anunciando que hará todo lo que dijo en campaña. Nada de lo que advirtió en el deshilvanado discurso que pronunció desde el balcón de Casa de Nariño es novedoso. 

Decretó la defunción de las EPS. Si no logra aprobar la brutal reforma a la salud, las matará asfixiándolas presupuestalmente.

Como candidato, sentenció que los fondos privados de pensiones, que administran los ahorros de millones de colombianos, iban a desaparecer. Su conclusión no es económica sino política. Los casi $400 billones de pesos que administran dichos fondos, que equivalen al presupuesto nacional de un año, son un botín imprescindible para el afianzamiento del proyecto socialcomunista de Petro. 

Al frente de Colpensiones quedó un campeón de la politiquería, el cuestionado Jaime Dussan Calderón. Con los recursos que hoy tiene esa entidad, más los que llegarán por cuenta de la desaparición de los fondos privados, Petro tendrá una mina de oro, similar a la que en su momento tuvo Hugo Chávez con PDVSA. 

Desempolvó el viejo discurso de la tenencia de la tierra como si aquella fuera la solución a la pobreza del campesinado. Al decir que “la tierra es para el que la trabaja”, Petro está advirtiendo que expropiará a quienes posean tierras que terminen siendo calificadas, con criterios subjetivos, como “improductivas”. En vez de pensar en la implementación de programas para la tecnificación del agro, para el establecimiento de infraestructura en las áreas rurales que estimulen la industria en esas regiones, el presidente colombiano acude a modelos fallidos de hace casi un siglo como es la repartición de tierra. 

De nada le sirve a un campesino la adjudicación de una parcela si no cuenta con los medios para acceder a las tecnologías que le permitan hacer que dicho terreno sea productivo, si no tiene a su disposición vías para el transporte de sus productos, si el acceso a créditos bancarios es inexistente. 

La apuesta del gobernante colombiano es la de la violencia al estimular a los campesinos para que se levanten. La promoción del odio tiene consecuencias demoledoras. Colombia lo experimentó recientemente cuando el petrismo incendió al país a través de sus estructuras armadas ilegales llamadas “primera línea”.

Consciente de las dificultades que tiene en el congreso para sacar adelante sus nocivas reformas -salud, pensiones, laboral y política entre otras-, Petro está llamando a la revuelta popular que se traduce en caos, desorden, violencia y destrucción. “El pueblo no puede dormirse. No basta con ganar en las urnas, el cambio social implica una lucha permanente y la lucha permanente se da con un pueblo movilizado…”. 

Ni una palabra de las pronunciadas por el socialcomunista es inédita. Nada, absolutamente nada de lo que expectoró el presidente de la República era desconocido. Colombia decidió ir, con los ojos abiertos y de la mano del matarife, a la mesa del sacrificio. No es acertado decir que la democracia está en riesgo, porque ella ya murió. 

@IrreverentesCol

Publicado: mayo 2 de 2023

Un comentario

  1. Aquellos que votaron a Petro, a sabiendas de quién ha sido él y que ahora lloran por todo el desastre y violencia al que viene incitando (como si necesitáramos más violencia), se pueden comparar con aquel niño necio y desobediente cuya madre le dice que no arrime su dedo al fuego porque se quemará; él no la escucha, mete su dedo en el fuego, y, efectivamente, se quema y sale corriendo llorando. Qué tristeza que tengamos que aprender así porque, ni siquiera, el ejemplo tan próximo del vecino país nos sirvió de escarmiento.

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