Duele decirlo, pero hoy se pagan las consecuencias de que el Gobierno Duque no haya eliminado el derroche burocrático que heredó de Juan Manuel Santos. El uribismo perdió una parte vital de su discurso y quedó a la merced de los candidatos que hoy proponen un ahorro en el Estado que durante tanto tiempo lideró con éxito.
En efecto, una de las principales banderas del Centro Democrático era la austeridad en el gasto público. Durante la Gobernación de Álvaro Uribe Antioquia pasó de tener 14.061 a 5.499 funcionarios y a lo largo de su Presidencia se reestructuraron y redujeron las nóminas de 468 entidades del Gobierno Nacional. Se suprimieron Ministerios, Consulados, Embajadas, nóminas paralelas y se privatizaron, a buena hora, un conjunto de empresas como Telecom que estaban destinadas al fracaso debido a su billonario pasivo pensional y millonarias pérdidas.
En el Congreso de la época sabían que prácticamente existía un veto desde Casa de Nariño a los proyectos que intentaran crear burocracia y en el Gobierno había una obsesión para reducir los gastos de funcionamiento. En un País con tantas necesidades y problemas, lo último que se necesitaba era dejar de invertir recursos en seguridad y política social para financiar puestos innecesarios.
Por eso, la oposición realizada en este aspecto al Gobierno Santos fue tan exitosa. En esa administración los costos de personal se incrementaron en $12.5 billones, el doble de lo crecieron durante el mandato Uribe. Se crearon varios Ministerios, se implementaron las Consejerías Presidenciales que no implican otra cosa distinta a una duplicidad de funciones, se pusieron en marcha un sinfín de Agencias y Unidades Administrativas Especiales y ni qué hablar de las nóminas paralelas.
La planta de personal del Gobierno fungió como moneda de cambio para lograr una de las gobernabilidades más altas de la historia y los contribuyentes tuvieron que soportar un incremento en su carga tributaria para viabilizar financieramente dicha expansión en el gasto de nómina.
Claramente, esta indignante situación le dio discurso al Centro Democrático para proponer una alternativa de cambio que terminó ganando. El Partido tenía la autoridad para criticar lo sucedido y el País esperaba que, al igual que en el Gobierno Uribe, la Administración Duque acabara con el derroche burocrático que heredó. Sin embargo, eso no sucedió.
Y no es que no se haya intentado. Tanto en el Plan Nacional de Desarrollo como en la Ley de Inversión Social el Gobierno le solicitó al Congreso que le fueran otorgadas facultades extraordinarias para eliminar entidades y reducir el tamaño del Estado. No obstante, a pesar del apoyo de la bancada uribista, esos artículos naufragaron. Al ejecutivo le faltó fuerza y efectividad para conseguir el voto de los demás partidos. Todo hay que decirlo.
Los resultados, desafortunadamente, los vemos hoy en día. El grueso del derroche burocrático que se heredó del Gobierno Santos sigue intacto y aunque se han expedido varios Decretos implementando medidas de ahorro en aspectos como viáticos, transporte y gastos operacionales, esto no es suficiente. No se tocaron los Ministerios, las Consejerías ni las demás entidades.
Ahora, los candidatos presidenciales tildan al Gobierno de derrochón y asumen como propia la bandera de la austeridad que durante tanto tiempo el Centro Democrático lideró. Se perdió el control de una narrativa clave en la arena política y que poco a poco ha ido asumiendo la izquierda. Sí, la misma que durante la Bogotá Humana incrementó en un 40% los contratos de prestación de servicios.
Publicado: abril 13 de 2022
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