Millones de incautos de América Latina se han dejado seducir por el discurso envolvente de la extrema izquierda, esa misma que dibuja pajaritos en el cielo, que ofrece ríos de miel, trenes voladores, condonaciones masivas de deudas, asistencialismo, pensiones generalizadas, cupos educativos y gratuitos para todos, retiros tempranos y demás beneficios sociales a los que se podría acceder sin mayores dificultades.
Es un discurso que estimula la ley del menor esfuerzo. No incentiva a las gentes a trabajar, sino a protestar para alcanzarlo todo, mientras persigue al capital privado, creyendo que el Estado puede hacerlo todo. Es el discurso manido de probada ineficacia de que todo debe hacerse dentro del Estado como si éste tuviera la capacidad de hacer las veces de pater familias.
Recientemente, Perú y Chile cayeron. Pedro Castillo y Gabriel Boric se encargaron de endulzar los oídos de sus connacionales. El batacazo no se ha hecho esperar. Es evidente que mucho -casi todo- de lo que prometieron es imposible de cumplir. No hay presupuesto nacional que resista las cargas que ellos se comprometieron a asumir.
Castillo en Perú está a punto de caer. Su gobierno ha sido catastrófico, como empieza a serlo el del recientemente posesionado Boric, un bochinchero que pasó de hacer escándalos callejeros a gobernar a Chile. Sin experiencia alguna, ni conocimiento de la cosa pública, el país austral está ad portas de una crisis de gobernabilidad a menos de dos meses de inaugurada la administración actual.
La extrema izquierda es muy hábil para hacer campaña, para engatusar, para llenar de “ilusiones” a millones de personas, pero pésima a la hora de administrar. Recuérdese la catastrófica gestión de Gustavo Petro al frente de la alcaldía de Bogotá. Corrupción, desgreño, falta de visión, problemas de ejecución e inestabilidad en el equipo de gobierno durante todo el periodo en el que la capital colombiana estuvo al garete.
Publicado: abril 12 de 2022
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