Gustavo Petro odia más la democracia que lo que quiere a Colombia. Su conducta mesiánica, incendiaria y temeraria ofende la dignidad nacional y pone en evidencia, que su resentimiento y amargura están por encima de los intereses nacionales. La nación debe rechazar sus infamias, y respaldar el Estado Social de Derecho y nuestra débil e imperfecta democracia.
Petro con su engañosa demagogia viciada de imaginación injuriosa, antes que lograr congregar la inconformidad nacional, obtuvo mayoritario repudio a sus maniobras y patrañas, y contrariamente, promovió una masiva movilización ciudadana en apoyo al Gobierno Nacional y a las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Con sus despropósitos y provocaciones, Petro acabó de arruinar su precaria credibilidad y de malograr sus pírricas posibilidades de llegar a la presidencia.
La aversión de Gustavo Petro por la democracia es desmedida y visceral. Su obsesión por deslegitimar el Gobierno Nacional no tiene límite ni consideración alguna; así tenga que tergiversar la verdad, desconocer el querer mayoritario de la nación y socavar su estabilidad.
Gustavo Petro y sus corifeos, dejaron de ser opositores del Gobierno, para convertirse en enemigos del país y animadores de su desgracia.
En la emboscada tendida por Petro a la democracia colombiana, solamente cayeron vándalos profesionales, algunos jóvenes desinformados y desorientados, los detractores endémicos de los gobiernos de turno, los obsecuentes deudores del perverso y desvergonzado Juan Manuel Santos, entre ellos, Roy Barreras y Armando Benedetti, así como algunos artistas en decadencia, incluida, la otrora luminosa y hoy perturbada Gaviota.
Contrario al tipo de oposición que ejerce la llamada Colombia Humana, la nación requiere de una oposición seria, responsable, respetable y propositiva, que evite el unanimismo, la indulgencia y el conformismo; que exija pulcritud y acierto, que tenga capacidad e inventiva ocurrente y sostenible, y que no anteponga sus intereses a los de la nación.
Si la Colombia Humada y sus cabecillas desean aspirar al poder, deben renunciar a erosionar la democracia, desconocer la verdad e incitar a la violencia al acomodo de su prurito electoral. Lo que Petro y sus camaradas no ha logrado con sus gaseosas y ajadas propuestas, lo quieren alcanzar por medio de la provocación, el desprestigio y la calumnia, qué en últimas, perjudican más a la nación que al mismo gobierno.
Si bien los errores del Gobierno han sido evidentes, más han sido sus aciertos, y Petro y su banda, no pueden desconocer los ingentes esfuerzos comprometidos por el presidente Iván Duque para mitigar y tratar de abatir los estragos que ha traído la contingencia sanitaria que afrontamos. Tampoco pueden ignorar, la ayuda económica que el gobierno ha brindado a miles de empresas evitando la destrucción de cientos de miles de empleos, así como a millares de ciudadanos pertenecientes a los sectores más pobres y vulnerables.
Con todo y sus errores y desaciertos, Iván Duque ha mostrado prudencia, temple y grandeza ante los desmanes y desvaríos promovidos por Petro, el pornógrafo Bolívar, la oscura y anacrónica izquierda comunista, la banda narco terrorista de las FARC, el ELN, FECODE, Roy Barreras, Armando Benedetti, Iván Cepeda, algunas comunidades indígenas desnaturalizadas, invasoras y complacientes con los cultivos ilícitos y el narcotráfico, al igual que por delincuentes comunes y bandas de narcotraficantes, así como por los desvergonzados funcionarios y corruptos contratistas del remedo de gobierno de Juan Manuel Santos.
No es necesario ser afecto al Gobierno del presidente Iván Duque para reprochar la temeridad de Gustavo Petro, quién con su prédica desapacible y provocadora cebada de resentimiento y rencor, ha perpetuado su vocación de perdedor y evidenciado su indignidad para ser depositario de la confianza popular.
Como lo dije en su momento, no dudo que el señor Gustavo Petro recordará el 28 de abril de 2021, como el comienzo del fin de su oscura y truculenta carrera criminal y política, y qué en lo sucesivo, solo lo acompañarán ingenuos o incautos, así como los amigos de la anarquía y el caos, y aquellos que son complacientes con el terrorismo y el narcotráfico.
Es inestimable e irreparable el daño que Gustavo Petro le ha causado a Colombia.
Publicado: junio 21 de 2021
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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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