Sinceramente no sé hasta qué punto es útil seguir acudiendo a las cuarentenas generales como principal herramienta contra la propagación de los contagios. A los médicos les encanta, pero el impacto económico y social es devastador. Sin posibilidades de vender las empresas pierden capacidad de supervivencia y con ello los puestos de trabajo quedan en el aire. Una verdadera tragedia.
Quizás hace un año la situación era diferente. Colombia tenía poco más de 5.000 camas UCI para atender una avalancha de personas que requerían hospitalización. El sistema de salud estaba al límite y si no se hacía algo podíamos llegar presenciar el nefasto panorama de ver contagiados en la calle sin poder recibir atención alguna.
Por eso, se tomó la decisión de decretar cuarentenas generales en todo el País como un mecanismo que permitía ganar tiempo mientras se ampliaba la capacidad instalada de las Unidades de Cuidados Intensivos. Era, si se quiere ver así, una forma de tomarle la delantera a un virus frente al cual no había cura.
Desafortunadamente, esta medida trajo consigo una hecatombe económica. 5.4 millones de personas perdieron sus empleos, el endeudamiento del País se terminó incrementando en más de $100 billones y los índices de pobreza muy probablemente volvieron a oscilar entre el 40% y 50% de la población.
Sin embargo, y vuelvo a reiterar, prácticamente el País no tenía otro camino. Había que aumentar el número de UCI disponibles para hacer frente a esta nueva realidad.
No obstante, hoy en día la situación es diferente. Desde finales del año pasado el Gobierno logró duplicar las UCI del País, llegando a más de 10.000, y ya está en marcha el plan de vacunación. 2 millones de personas han sido inmunizadas en menos de 2 meses y prácticamente todas las actividades comerciales adaptaron su operación para el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad.
Por eso, no sé si sea conveniente seguir utilizando la misma estrategia del año pasado. Las cuarentenas continuas generan un efecto devastador en el comercio y vuelven a poner en jaque la reactivación económica. Además, la ampliación de la capacidad instalada del sistema de salud ya se logró y está probado, por lo que se vio en el segundo semestre del 2020, que es posible recuperar los empleos perdidos si no se detiene la economía y se cumplen los protocolos.
Es preferible, por ejemplo, prolongar medidas menos drásticas como el pico y cédula o los toques de queda nocturnos. Y de ser necesario, establecer cuarentenas focalizadas en las zonas de las ciudades donde se concentran los picos de contagio y no necesariamente en la totalidad de las urbes, más aún cuando, por ejemplo, en Bogotá ni siquiera se ha llegado a una ocupación UCI del 70%.
En últimas, las decisiones deberían adoptar un criterio preventivo más que sancionador. Si los encierros se convierten en la nueva realidad difícilmente lograremos avanzar. Sostener los empleos será casi imposible y el crecimiento del PIB superior al 5% que esperamos para este año se convertirá en una frágil ilusión de dolorosas consecuencias.
Publicado: abril 9 de 2021
3.5