Aunque lo niegue, lo esconda y a veces hasta lo repudie en público, Petro es el mejor socio político posible para el dictador, Nicolás Maduro.
Desde su ascensión a finales del siglo pasado, Chávez -el alumno de Petro- tuvo a Colombia en la mira. La toma de nuestro país era calificada por él como “el Ayacucho del siglo XXI”. Estaba obsesionado por Colombia. No pocas veces hizo publicar mapas oficiales venezolanos en los que la frontera era borrada.
Álvaro Uribe fue el muro de contención. El nefando ‘Socialismo del Siglo XXI’ se expandió por toda América Latina como un cáncer. Colombia se salvó, hasta ahora, de esa peste que devora la democracia, la economía y las libertades humanas.
En menos de 20 años, Venezuela pasó de ser un país próspero para convertirse en un lugar donde abunda la miseria. Millones de personas huyen buscando comida en otras latitudes. Profesionales de las más variadas disciplinas, se emplean por cualquier migaja en las esquinas de distintas ciudades del mundo.
El paso del tiempo, ha servido para que el régimen mafioso se consolide. Maduro y sus secuaces no abandonarán el poder, a pesar de que las justicias de otros países los buscan por narcotráfico y crímenes de lesa humanidad.
Es obvio que Petro quiera mimetizar su identidad con la monstruosa satrapía que opera más allá de la frontera oriental.
Pero que nadie se llame a engaños. Un gobierno suyo será igual o peor. El deterioro empezará a notarse rápidamente. La pandilla de forajidos que respaldan a Petro son personas de la más baja categoría. Seres resentidos, cargados de odio, sin ilustración ninguna y una angustiante sed de venganza. El matón Gustavo Bolívar es la muestra perfecta de lo que es la militancia y la dirigencia de esa cueva llamada ‘Colombia Humana’.
Bolívar, un ser invadido por el resentimiento, busca pasar factura por los traumas y limitaciones que tuvo que padecer en su niñez. Como si toda la sociedad fuera responsable del hambre que padeció y la violencia intrafamiliar que sufrió en su natal Girardot.
Acá estamos haciéndole frente a un movimiento revanchista que no está dispuesto a observar modales ni respetar límites. Si para acabar con sus rivales -léase los defensores de la democracia- tienen que llegar al extremo de ejecutar atentados personales, nadie dude de que lo harán.
Mientras sus contemporáneos se formaban en los claustros académicos y nutrían su intelecto, Gustavo Petro -que es un hampón- afinaba su puntería y perfeccionaba sus técnicas criminales en materia de extorsión, secuestro y violación de los Derechos Humanos.
Los socialcomunistas están en las antípodas del humanismo. Son criminales natos dispuestos a todo para alcanzar sus fines políticos. Y ese es el monstruo al que los demócratas colombianos tienen que enfrentar y derrotar.
Publicado: marzo 30 de 2021
1
5