Cada quien habla de la fiesta según le va en ella, dice el refrán. Y algunos, según como quieren que los demás crean que les fue. El Gobierno está en su derecho de afirmar que la vacunación va muy bien, y de solazarse con ese millón de colombianos que ya recibieron la primera dosis, pero la verdad objetiva es que el fármaco no solo nos llegó muy tarde —de los últimos en Suramérica— sino que la inmunización va a paso de tortuga, por lo que, así, la meta de vacunar al 70% de la población solo se alcanzará hasta finales de 2023. Las matemáticas no mienten: 35 millones de personas a un ritmo de un millón mensual. Tres años enteritos.
Va tan lento el proceso, que ya viene el pico de Semana Santa, y vendrá el del Día de la Madre, el de mitad de año, el de Halloween, el de Navidad…. En efecto, había razones para estar optimistas luego de que el número de muertes diarias cayera desde casi 300 durante todo enero a menos de 100 a comienzos de marzo, y los contagios diarios de 5.000 a 3.000, pero ya vamos por los 130 fallecimientos diarios y las camas de UCI se vuelven a poblar. Lamentablemente, tras las vacaciones de Semana Santa tendremos, de nuevo, un panorama desolador.
No hay necesidad de entrar en detalles truculentos con respecto a lo que esto va a hacer con la economía, para no hablar de los efectos políticos que acarreará para el 2022. Pero el Gobierno cometió un error monumental al poner el asunto en manos de las ineficientes EPS. Basta ver que ahora, cuando se pretende ya iniciar la vacunación de personas entre los 60 y los 79 años, ni siquiera se ha terminado de inmunizar a los mayores de 80 —y falta mucho—, con la falaz excusa de que miles de ancianos y sus familias no han actualizado sus teléfonos y direcciones y no los han podido localizar.
Muchos de nosotros tenemos casos cercanos de padres, tíos, abuelos, cuya información de contacto reposa en sus respectivas EPS desde hace décadas, y que se actualizado varias veces en las recientes semanas, por si las moscas, a pesar de lo cual no los llaman y siguen sin vacunar. Y lo peor de todo es que en ninguna parte dan razón del asunto. Las EPS les tiran la pelota a las IPS, muchas de las cuales son empresitas de pacotilla, y en todas las líneas de atención telefónica, incluyendo las del Ministerio de Salud, se limitan a pasar texticos grabados en los que repiten como loros información irrelevante.
Es tal el fracaso que han decidido que los mayores de 80 años se vacunen sin cita previa en cualquier época, pero resulta que en unos centros de vacunación se inmuniza a ancianos de unas EPS y no de otras, cosa que en algunos municipios se ha informado claramente y en otros no. Y los ancianos enfermos que no pueden salir de su casa seguirán sin vacunar porque eso de que los atenderían a domicilio resultó cuento chino. Total, en el desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo, y si esto pasa con una minoría de colombianos, ¿cómo será el desorden cuando llegue la etapa de vacunación para las masas de edad media y la población trabajadora?
La única solución a la que puede echar mano el Gobierno es dejarle esto a los privados, sea con vacunas propias o con las compradas por el Estado, con la plata de todos. Ya han llegado buena cantidad de vacunas y parece garantizado el suministro constante, por lo que deberían empezar a aplicarse en almacenes de cadena, centros comerciales, universidades, colegios, iglesias, farmacias, estaciones de transporte, aeropuertos y muchos otros sitios de gran afluencia y fácil acceso. En las grandes empresas deberían vacunar a su personal. Y que la gente haga fila donde más fácil le quede; se vacune hasta sin bajarse de los vehículos a quienes puedan. Adiós a los trámites: mostrar la cédula, registrarla en una base de datos, pinchar y entregar el carnet; eso no demora cinco minutos. Hay que acelerar a fondo si no queremos que esta pandemia lleve el país a la postración. No más autocomplacencia, Señor Gobierno, dé el timonazo ya.
Publicado: marzo 23 de 2021
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