El Discurso del Método fue la obra cimera de René Descartes. Su fundamento era establecer verdades absolutamente ciertas, para sustentar sobre ellas el conocimiento y darle certeza a su aplicación.
El ejercicio de su duda metódica no admitía ningún conocimiento como verdadero sin evidencia probada y exigía, observación rigurosa y análisis crítico inmune a prejuicios, dogmas y doctrinas. La debilidad del método radicaba, en que la superación de la duda dependía del criterio de quien lo aplicaba.
Afortunadamente la experimentación de las ciencias jurídicas y económicas han permitido disipar dudas sobre muchas teorías, pero no sobre el criterio o sesgo ideológico de quienes las enseñan, aprenden o aplican.
Ahora, después de varios siglos, algunos anacrónicos críticos, aprovechando la crisis económica que agobia al mundo derivada de la contingencia sanitaria, pretenden vivificar «La Duda Metódica» para someter a ella las teorías de la Escuela Clásica, quizás en un intento velado por revivir el fallido modelo de Economía Central Planificada que no es otra cosa que Comunismo puro y simple.
La crisis producida por la corrupción, la falta de educación, el desempleo la insuficiencia de recursos estatales para atender las necesidades y urgencias de la población, junto con el discreto desempeño de algunas economías como resultado de la mala gestión de sus gobiernos, han llevado a muchos proteccionistas empíricos a renegar de la aplicación de las teorías clásicas y neoclásicas y, sin conocerlas o al menos intuirlas, a atribuirles la crisis.
Asimismo, esta confusión está invadiendo la mente de muchos jóvenes desinformados, que obstinadamente y de manera aventurada, niegan la utilidad práctica de algunas teorías y conocimientos, e ingenuamente son presa dócil del negacionismo propio del populismo.
La incertidumbre se ha propagado tan rápido, que ya llegó a las aulas de algunas universidades públicas y privadas, donde los estudiantes alegan tener dudas sobre la eficacia de algunas teorías clásicas.
Someter a la duda teorías probadas, es un disparate; en cambio, someter a la duda el sesgo con que se enseñan, es un acto de sensatez.
Es claro que los profesores más que informar, debemos formar personas con capacidad para observar, analizar y discernir; que no acepten doctrinas sin riguroso escrutinio crítico; que adquieran destrezas para advertir errores, imprecisiones e inconsistencias; y, que tengan absoluta claridad sobre cualquier concepto antes de afirmarlo o negarlo, utilizarlo o descartarlo. De lograrse este noble cometido, la sociedad empezará a cambiar.
Si bien en las aulas universitarias no se debe dudar de la ciencia, sí se debe dudar de la ideología de quien la enseña. Por su parte la sociedad, siempre debe dudar de la forma como los gobiernos aplican las teorías económicas, pues frecuentemente las distorsionan sin rubor a su amaño y conveniencia. Baste tan solo recordar, cómo Juan Manuel Santos promovió la devaluación del peso para compensar el déficit fiscal que causó su gasto irresponsable, suntuario e indelicado.
Gobernantes como Santos, son los causantes de las mayores crisis fiscales, y a pesar de los cuantiosos daños y perjuicios que ocasionan, siguen sin ser juzgados, lo que demuestra, que la aplicación de las teorías clásicas y neoclásicas nos son la causa de las crisis; la causa de ellas es la falta de ética de los gobernantes que las distorsionaron.
Con razón Federico de Amberes dijo: “Las crisis no ocurren por falencia de las ciencias; las crisis ocurren por hechos y acontecimientos impredecibles y por ausencia de virtud de los gobernantes que las causan y deforman las ciencias para combatirlas”.
A esta triste realidad se suma la falta de educación no solo informativa sino en especial, formativa. Es incomprensible ver jóvenes menores y mayores de edad, adorando a criminales como el Che Guevara, los Hermanos Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, las NarcoFarc y al incendiario Gustavo Petro. Con razón, muchos ciudadanos extranjeros no entienden como aspiramos al desarrollo.
Colombia es la casa del realismo mágico y sede del atajo, el esguince, la trampa, la prebenda y la componenda, donde se prefiere el facilismo, el asistencialismo, el subsidio y la beneficencia, antes que la exigencia, la excelencia y la leal competencia.
Cuando será, que la ciencia, la virtud y la sabiduría sean las que orienten la educación de nuestra juventud y no la ideología, la patraña y la villanía.
¡Pregúntenle a Fecode!
COLOFÓN.
No son pocos los funcionarios que por querer congraciarse con sectores a los que son afectos, desatienden la obligación de regularlos adecuadamente e invocando engañosamente la libertad del mercado, lo convierten en un escenario de libertinaje lesivo a la población. Sobre este particular y en gracia de ejemplo, basta tan solo ver las peligrosas simulaciones que desde hace unos días viene haciendo la Superfinanciera con las mal llamadas criptomonedas, quebrantando el orden legal, monetario, cambiario y crediticio, y, promoviendo una economía oscura, espuria e insostenible que ya ha afectado a cientos de miles de ciudadanos ingenuos en todo el mundo. El presidente Iván Duque está en mora de ordenar la suspensión de esos nocivos embelecos.
Publicado: marzo 8 de 2021
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Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Conjuez. Árbitro en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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