Les tengo una noticia: en el país que se suscribió el mejor acuerdo de paz del Universo, no se puede mencionar a las víctimas so pena de verse involucrados en líos jurídicos o lo que es peor aún, quedar en la mira de criminales que están acostumbrados a solucionar sus problemas asesinándolos.
Esta semana viví en carne propia el problema que puede generar mencionar a las víctimas al publicar, de manera desprevenida, en mi cuenta de Twitter un video de un listado que contiene los nombres de miles y miles de ellas. El video es de tan mala resolución y las páginas pasan tan rápido que es imposible dilucidar la información. Y lo que tenía el objetivo de ser un mensaje simbólico de que son miles de víctimas las que causaron los ahora “honorables” senadores de las Farc y que hay muchas de las que no se tienen noticia, como Ana Raquel Rojas, se convirtió en una seria amenaza para mí. Los defensores de la impunidad no se demoraron en atacarme con toda su artillería lo que me hizo reiterar mi postura de que esa paz quedó mal hecha.
Cuando Juan Manuel Santos habló de tragarnos unos sapos pocos nos imaginamos que, a las víctimas, tras de ser violentadas impunemente, también les tocaría vivir en la sombra para evitar ser el centro de nuevas amenazas contra sus vidas. Nos insistieron que el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición tenía como finalidad contribuir en satisfacer los derechos de las víctimas y a la reconciliación nacional. Lo que no entiendo es cómo pretenden proteger y reparar a las mismas personas que tratan de barrer debajo del tapete como si fuesen basura para esconder.
Cuando publiqué el trino algunas víctimas me contactaron para relatarme su pavoroso encuentro con los terroristas de las Farc, y el común denominador de todas las conversaciones era el temor, sienten pavor a ser visibles. Me pregunto, ¿Cómo es posible que las víctimas sientan temor de contar sus historias mientras que sus victimarios se pavonean como padres de la Patria? Pues así es, ellas tienen miedo porque las pocas que se han atrevido a hablar y contar sus historias han sido amenazadas de alguna manera u otra. Amenazas que no se pueden tomar a la ligera teniendo en cuenta que pululan las disidencias y existe la Narcotalia de Márquez y Santrich.
Una de esas víctimas que decidió hablar el día del hervidero ocasionado por el famoso trino fue Cecilia López, una mujer que fue secuestrada y violada tres veces por hasta once guerrilleros a la vez, a pesar de que se encontraba en post parto. Ella de manera generosa hizo un video en el que dio su cara y relató su historia. Cuando tuve la oportunidad de cruzar unos mensajes con ella al final del día me dijo que lo que yo había hecho era valiente. ¿Valiente yo? me pregunté, si esta mujer sobrevivió lo inimaginable porque además del trauma violento contra su cuerpo, asesinaron a su esposo y a su hijo. Fue en ese momento en que entendí la magnitud de todo esto.
El Acuerdo de Paz está diseñado de una manera en que prima la impunidad sobre la justicia, pero el resultado final es aún más perverso: quieren cambiar la historia para que las Farc terminen siendo los héroes que sacrificaron su vida para combatir a un Estado criminal. Hay víctimas que les convienen para esa narrativa, como el magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, que ellos pueden alegar representaba lo que ellos odian en política, pero hay otros como los casos de miles y miles de niñas y niños arrebatados de sus hogares para convertirse en esclavos sexuales y de guerra que no caza dentro de esa narrativa. Tampoco les conviene que se sepan cuántas y en qué circunstancias obligaron a mujeres a abortar después de embarazarlas en muchos casos por violaciones. Y mucho menos les interesa ponerles caras a esas víctimas, porque les quedaría muy difícil explicarle al mundo que violaron a niñas tan jóvenes como de 9, 10 y 11 años.
Yo entiendo el miedo de las víctimas, entiendo que se sienten desprotegidas y que tal vez es mejor dar la vuelta y tratar de vivir la vida de la mejor manera posible. Eso es humano y posiblemente yo haría lo mismo. Es por esa razón que nosotros como sociedad tenemos la obligación moral de protegerlas y de que no sigan siendo sometidas a la humillación de ver a su violador dictando cátedra detrás de una Curul.
Yo entré de manera inocente en todo este tema, sinceramente creí, que al igual que los estadounidenses conmemoran a sus víctimas del 9/11 y los judíos a las suyas del holocausto, nosotros también podríamos hablar de las nuestras. Ahora que estoy aquí les aseguro que, si me tratan de callar, libraré cada batalla para que no lo logren.
Publicado: febrero 14 de 2021
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