Quizás la educación virtual no es la mejor. Eso no lo sabemos. El hecho de ir presencialmente a los colegios genera una dinámica donde, probablemente, los niveles de aprendizaje pueden ser mayores. Eso, tampoco lo sabemos. Sin embargo, esta se ha convertido en una herramienta clave para no interrumpir el proceso de formación de los estudiantes sin exponerlos a un potencial contagio masivo, situación que parecen olvidar la mayoría de instituciones privadas que están presionando desmedidamente el retorno a las clases presenciales a como dé lugar.
Y claro, es entendible. La educación virtual acabó con los ingresos extras de los colegios, tales como las actividades extracurriculares, las academias deportivas, los programas de alimentación, las rutas de transporte, etc.
También entiendo la necesidad de los niños de compartir, ir al colegio y sobre todo las consecuencias en la salud mental, pero no comprendo la presión para quienes decidimos no enviar a nuestros hijos al colegio aún. Es un derecho tan válido, como los que decidieron lo contrario.
La cuestión, es que este interés económico de los planteles educativos no puede exponer a un riesgo innecesario a los estudiantes y sus familias. En especial, cuando no hay nada más proclive a un contagio que un niño.
Por ejemplo, para nadie es un secreto que cuando hay algún menor con gripa en un salón todos los demás compañeros terminan enfermos. Esto no es ninguna novedad. ¿O acaso no temen en los colegios la propagación masiva de piojos u otras particularidades médicas?
Más se demora un niño en estornudar que sus demás compañeros en contagiarse del virus…
Por eso, lejos de ser uno de los sectores en retomar rápidamente a la cotidianidad, debería ser de los últimos. Aunque los niveles de mortalidad por covid en niños y jóvenes es mínimo, sí son el grupo poblacional con mayor probabilidad de contagio y quienes en gran medida llevan el virus a los hogares.
De hecho, si es bastante difícil lograr que los adultos guarden el distanciamiento social, usen adecuadamente el tapabocas y cumplan todas las medidas de seguridad, qué se puede esperar que suceda con los niños de colegio que quieren estar jugando todo el día.
Es más, hasta ahora el País ha sufrido dos picos de contagio donde el factor de la interacción externa de los menores no estuvo presente, dado que llevan un año estudiando en casa. No obstante, esta situación puede cambiar si la presión económica de los colegios termina torciendo el brazo de las autoridades locales.
¿Quién defiende a los padres de familia que no quieren exponer a sus hijos a un potencial contagio? ¿Quién garantiza que los colegios no van a tomar represalias contra los estudiantes que no vuelvan a clases presenciales mientras perdure la pandemia? ¿Cederán las Secretarías de Educación a la presión de las instituciones privadas?
Mientras perdure la pandemia y el proceso de vacunación no avance en forma, el retorno a clases presenciales en los colegios debería detenerse. O, por lo menos, lo mínimo que tendría que suceder es que se garantice el derecho de los padres de no enviar a sus hijos a las instalaciones de los planteles sin que esto amerite sanciones o afectaciones académicas al proceso de aprendizaje de los menores.
Por si acaso, deberíamos estar discutiendo la posibilidad de vacunar a nuestros niños. Parece que se nos olvidó que ellos son sagrados y el futuro de la sociedad.
Publicado: febrero 12 de 2021
4