“Lo que mal empieza mal termina”, y el manejo de EPM, una empresa tan importante o más que la alcaldía de Medellín, empezó mal desde que, incumpliendo una promesa, Daniel Quintero nombró a dedo a un gerente “amigo”, o mejor, “de bolsillo” pues esa amistad acabó cuando el señor Rendón, criticado por no tener el perfil para un CEO de ese nivel, se dio cuenta de que su amigo lo que necesitaba era un títere que “le copiara”.
La cosa fue fácil cuando de llenar vacantes se trató, en un proceso que desechó las prácticas de gobierno corporativo, remplazadas por la tradicional de pagar favores políticos; pero cuando Rendón no quiso “copiarle” al alcalde en decisiones estratégicas, su salida se precipitó y terminó echado.
La siguiente alcaldada fue novelón en 2020, cuando “Daniel”, otra vez sin consultarle a la Junta, emprendió un billonario proceso de conciliación con el consorcio constructor de Hidroituango, que generó la renuncia de la Junta y su remplazo por una que también “le copiara”, donde hay exmagistrados y filósofos, pero poco de experiencia empresarial de primer nivel.
Ese importante aporte, que llenaba el empresariado antioqueño, se perdió porque “Daniel” también peleó con ellos, aunque hoy se ufana de su apoyo, algo que los empresarios no confirman pero tampoco desmienten. Lo cierto es que, ante la primera crisis, le montaron una veeduría, “Todos por Medellín”, a la que el alcalde le sonríe “de dientes para afuera”.
Hasta aquí el recuento, pero hay tres aspectos que quiero resaltar: El primero, que dada la importancia de EPM para el país, el problema ya no es solo de los antioqueños. Ya lo vimos con el descalabro de Hidroituango, pero también, en lo bueno, con el efecto de la empresa como dinamizador económico. Si el proceso de desintegración corporativa se sale de madre y tiene efectos graves sobre la credibilidad y solidez de EPM, los platos rotos los pagaremos todos los colombianos.
El segundo es una pregunta: ¿Quién está detrás de Quintero? Es un secreto a voces que César Gaviria teje en EPM su telaraña clientelista, pero “Daniel” es impredecible. De conservador a liberal, peleó con Gaviria y se arrimó a la Colombia Humana contra Duque y en favor de Petro, quien hoy sonríe, mirando a 2022, cuando Quintero agita la lucha de clases y trina amenazante que “Medellín ya no les pertenece. Colombia ya no les pertenece”.
El tercero es una alerta. Los gobiernos “alternativos”, de izquierda declarada o manoseados por ella o por el “progresismo” socialista, han sido un desastre que Bogotá sufrió durante doce años, entre el populismo de Lucho, la corrupción de Moreno y la polarización arrogante de Petro. Hoy lo vuelve a sufrir con la incoherencia pendenciera de López, como lo sufre Cali con Ospina y Medellín con Quintero.
Por ahora, que Dios libre a EPM, a Antioquia y a Colombia.
Publicado: febrero 10 de 2021
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