No otra es la imagen que proyecta «Pinturita», el exótico alcalde petro-comunista de Medellín, que, según denuncia un concejal del Partido Verde, se propone destruir la ciudad que lo eligió.
Lleva un año en ejercicio del cargo y su balance no podría ser más negativo. La crisis en que ha sumido a EPM desafía toda lógica de buen gobierno. Uno queda atónito, sin palabras, frente a ese estilo populachero y errático de manejo de la cosa pública. Y de no salir adelante el proyecto de revocatoria, que parece estar en veremos por la extraña maniobra que para frenarlo ha intentado la autoridad electoral, los habitantes de la Bella Villa tendrán que soportar durante tres años más los estropicios de esta alocada administración.
¿Cómo se hizo elegir alcalde este personaje? ¿Cuáles son sus antecedentes? ¿Qué se esconde tras su cacareada independencia? ¿Qué se propone en realidad?
Cursa en la Fiscalía una denuncia penal contra Quintero por supuestos hechos relacionados con el modus operandi de su elección. En la denuncia se afirma que la logró con el apoyo de bandas criminales que presionaron a las comunidades para que votaran por él e incluso repartieron dinero para ese efecto. De ser ello cierto, estaríamos frente a lo más grave que pueda haber sucedido en la historia de Medellín: un alcalde elegido por el crimen organizado regional.
Lo que se conoce del pasado de «Pinturita» lo muestra como un aventurero, un paracaidista, un saltimbanqui que posa de encapuchado en la Universidad Nacional, de conservador y de liberal derrotado en sendos procesos electorales, dizque de técnico santista y, en fin, de promotor de la candidatura presidencial del extremista Petro. En suma, no es un sujeto serio y exhibe todas las trazas de un irresponsable. Con razón, el expresidente Uribe lo considera como un virus político.
Hace poco comenté el libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt que lleva por título «Cómo mueren las democracias». Si bien su tema se centra en la crisis que padece la democracia norteamericana, ahí se hacen consideraciones pertinentes respecto de otras, como las latinoamericanas y, en especial, la nuestra.
Una de esas consideraciones atañe a la toma del poder por personajes tóxicos al estilo de «Pinturita» o Petro, por ejemplo.
En buena medida, ello obedece a la crisis de los partidos políticos, que es bien patente en nuestro medio. Según los autores citados, los partidos sirven de filtro de esos personajes, pues para hacer carrera dentro de ellos hay que convencer a sus dirigentes, a sus activistas y sus masas, de suerte que los excéntricos en general tienen pocas posibilidades de ascender dentro de ellos.
Las encuestas indican que la mayoría de los colombianos ya no se sienten vinculados a partidos políticos. Son, por así decirlo, ruedas sueltas que se mueven al vaivén de las coyunturas que se van presentando. Incluso, cuando se los interroga por sus preferencias acerca de la derecha, el centro o la izquierda, sus respuestas son equívocas. El voto de opinión parece mandar la parada, pero ella es, como en la célebre definición de Montaigne, «cosa vaga, vana y ondulante». Hay además otros votos, difíciles de cuantificar, que son los de las clientelas, muchas veces corrompidas, los comprados y los coaccionados por las bandas criminales.
¿Cómo, de la noche a la mañana, hizo irrupción en la política local un personaje de la caterva de «Pinturita», que se hizo notar con su discurso sensiblero, sus tomates y su queso gigantesco?
Hubo políticos de varias tendencias que vieron en él opíparas oportunidades y pusieron sus respectivos equipos a su servicio. Ellos tendrán qué dar cuenta del desastre que promovieron.
Pero hay algo más. Los medios de comunicación social, en particular los audiovisuales, tienen sobre sí severas responsabilidades por no haber explorado los antecedentes de este funesto personaje y haberlo presentado al público como alguien meritorio que logró superar tremendas dificultades familiares y sociales para formarse y salir adelante. No supieron distinguir entre un héroe y un granuja. Lo presentaron como uno de aquéllos, cuando resultó ser de la especie de los segundos.
Hay qué volver sobre ello: la democracia fracasa cuando en lugar de exaltar a los mejores les abre paso a los peores.
Jesús Vallejo Mejía
Publicado: febrero 5 de 2021
5