Se acabó la luna de miel de la alcaldesa de Bogotá, exactamente un año después de su posesión. Durante los primeros 12 meses de su administración, la opinión pública había pasado de largo frente a sus incoherencias, contradicciones y múltiples altanerías y vulgaridades.
Los grandes medios de comunicación, muchos de ellos debidamente aceitados con millonarias pautas publicitarias de entidades distritales, fungieron como oficinas de prensa al servicio de la alcaldesa, soslayando sus improvisaciones y la falta de destreza para manejar la pandemia en la ciudad.
Incapaz de administrar la crisis, la alcaldesa resolvió culpar al gobierno por lo que estaba sucediendo. En vez de colaborar y de sumar esfuerzos, adoptó una actitud totalmente inaceptable, cuestionando las decisiones oficiales y, en muchos casos, mintiendo con alevosía.
No viene al caso hacer un listado de sus contradicciones. Basta con hacer una revisión rápida de las mismas para concluir que la alcaldesa o padece un desequilibrio mental o realmente es una incompetente a la que urge revocarle el mandato.
Ahora, cuando los números de personas contagiadas en la capital de la República crece exponencialmente, vale preguntar qué pasó con los más de $260 mil millones de pesos que invirtió el distrito para adecuar a Corferias como centro médico para atender a los pacientes infectados con COVID-19.
Con más de medio millón de casos y con las unidades de cuidados intensivos ocupadas en más del 90%, el futuro inmediato de Bogotá es perfectamente oscuro. Y la catástrofe de salud pública que se asoma en la capital de la República tiene una sola responsable: Claudia Nayibe López Hernández quien por andar peleando, insultado, haciendo demagogia y, por supuesto planificando su paseo navideño a Costa Rica en compañía de su esposa la senadora Angélica Lizbeth Lozano, no se preocupó por ampliar los cupos hospitalarios, ni por crear nuevas UCI en la capital de la República.
Aunque suene duro, la incompetencia de la alcaldesa y su falta de talante y de inteligencia para gobernar a Bogotá, se traducirá en personas muertas en las semanas que vienen. Ella es la culpable por haber permitido las aglomeraciones que se generaron con ocasión a la final del torneo nacional de fútbol. Ella es la culpable por las concentraciones ciudadanas en el sur de la capital durante las fiestas navideñas. Ella, en resumidas cuentas, es la culpable de casi todos los errores que se vienen registrando en Bogotá.
Ella, que alegó que había que pasar sobre su cuerpo inerte antes de reabrir el aeropuerto El Dorado, salió de paseo con su cónyuge y regresó a Colombia en medio de la legítima indignación que despertó su salida del país en el momento más crítico de la pandemia. No se sabe, a ciencia cierta, si el resultado PCR exhibido por ella a través de las redes sociales fue emitido antes o después de su reingreso al territorio nacional.
Ella, que posa de transparente y de honesta, es una campeona cuando de mentir y engañar a la opinión pública se trata.
Los ojos de la ciudadanía deben posarse sobre la viajera Claudia Nayibe López Hernández. Ella tiene el deber de evitar una tragedia en Bogotá. Mientras el gobierno nacional avanzó sustancialmente en el diseño e implementación de estrategias efectivas para contrarrestar los efectos de la pandemia, la alcaldesa perdió tiempo precioso en sus pendencias y vociferaciones, dejando a la ciudad a la deriva.
Los errores de la López en el manejo de la crisis de salud pública se materializarán en un número preocupante de fatalidades por las que ella deberá responder política y, por qué no, penalmente.
Publicado: enero 12 de 2021
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