Los colombianos debemos sentirnos avergonzados de tener gobernantes tramposos, inmorales y sin escrúpulos. Lo que acaba de descubrirse sobre la campaña presidencial pasada y cuyas víctimas políticas son el Centro Democrático y Oscar Iván Zuluaga no tiene comparación salvo en los tramas de ficción del agente 007.
Primero fue la fronda del anillo anal que dirigía la Policía Nacional. Un grupo de altos oficiales que en su condición de gays u homosexuales utilizaba esa característica para las actividades administrativas de ascensos o de roscas para negocios económicos. Luego fue la Fiscalía General de la Nación donde se gastaron 48.000 millones en asesorías de personajes conocidos que se inventaron la teoría aplicada del contexto criminal donde quienes son procesados se les imputa el entorno social, comercial y habitual determinantes colectivos de su culpabilidad delincuencial. Además de la creación de una Universidad que nunca funcionó.
Y ahora se conoce la conspiración contra la campaña presidencial pasada, gracias a la declaración de un agente de la DNI, Dirección Nacional de Inteligencia, instancia que surgió tras la liquidación del Das, cuya cabeza está en manos del almirante ® Álvaro Echandía Durán. Según el declarante la DNI hizo pagos de la cuenta especial de reservados por valor de 180 millones al hacker de hackers, el español Rafael Revert, para que implicara al candidato que ganó en la primera vuelta, Oscar Iván Zuluaga, en un hecho de actividades ilícitas grabado para darlo a la publicidad y dejar al candidato con manchas que le hiciera daño a su proselitismo electoral. Para este complot sumaron a otros hackers como el famoso Andrés Sepúlveda, protegido mayúsculo de la Fiscalía montealegrina. Un sargento de la Armada y un capitán de navío fueron las poleas de trasmisión de las órdenes y planes del operativo.
El hacker español se filtró en la campaña ofreciendo servicios de promoción en las redes sociales y obtención de datos y opiniones de la ciudadanía para que los directores de la campaña de Zuluaga pudieran tomar decisiones. Pero, además, Revert consiguió información reservada del Estado para que Zuluaga quedara untado de esta acción ilícita que el candidato desconocía su origen. Con esta prueba se armó el escándalo que arrastró a la caída de Zuluaga y de sus ingenuos asesores espirituales que lo rodeaban.
¿Para quién trabajaba la DNI y su almirante de agua dulce quien a su vez era subalterno del candidato a la reelección? Por supuesto para Juan Manuel Santos, quien con la complicidad del Fiscal Eduardo Montealegre, puso el aparato del Estado para atajar el triunfo del Centro Democrático y su candidato Oscar Iván Zuluaga.
Con estos hechos nos topamos los colombianos que creemos en la vida inocente, digna y ejemplar de quienes nos gobiernan, cuando en verdad parecen gánsteres de la política y de las instituciones. De esos mismos ingredientes pantanosos y repudiables se debe estar cocinando el proceso de La Habana con quienes, por cierto, también son almirantes de tierra firme y expertos en los crímenes que les propongan y que les sirvan a los personajes malignos de estas historias de nuestros “próceres” vivos que nos gobiernan con el voto y el “SÍ” de los equivocados.