Estas elecciones que acaban de pasar confirmaron una vez más que el sistema electoral colombiano es perfectamente arcaico y lleno de ranuras por las que los políticos tramposos pueden manipular los resultados con posterioridad al cierre oficial de las urnas.
El 11 de marzo, la registraduría emitió unos resultados que a la postre terminaron siendo falsos. La realidad sólo se conoce cuando se lleva a cabo una actividad denominada “escrutinio”. Pero lo curioso es que ese proceso no se hace de una sola vez, sino por etapas. Lo que podría cumplirse en pocos días, sospechosamente se alarga para efectos de que haya tiempo suficiente para modificar tramposamente los resultados.
Primero, se realizan unos escrutinios a nivel municipal y departamental. De ahí, se emite un resultado parcial con el que se inicia una nueva fase donde se lleva a cabo un escrutinio nacional. Algo realmente anacrónico.
Un sistema verdaderamente eficaz es aquel en el que en pocas horas arroja un resultado final y si hubiere lugar a alguna reclamación, ésta debe ser tramitada por el contencioso administrativo a la mayor brevedad.
Pero en Colombia sucede exactamente lo contrario. Las autoridades electorales –que deberían ser llamadas “electoreras”-, se toman meses enteros contando y escrutando una y otra vez los votos. Luego, los derrotados demandan ante la sección Quinta del consejo de Estado, célula que fácilmente puede tomarse cuatro o cinco años en resolver un litigio. Aquello es vergonzoso para una democracia.
Se requiere una reforma integral al sistema electoral colombiano. Empezando por acabar con la circunscripción nacional del senado, eliminar ese engendro diabólico del voto preferente y estimular los mecanismos de democracia interna de los partidos políticos.
La izquierda radical propone la incorporación del voto electrónico tal y como se hizo en la Venezuela chavista. Para todos es conocido el resultado de la aplicación de ese tipo de tecnologías, las cuales han sido manipuladas para facilitar la perpetuación de la dictadura en el poder.
Para que el sistema electoral colombiano sea eficaz, se requiere una simplificación de los procesos. Los tarjetones en Colombia son unos verdaderos jeroglíficos que se traducen en millones de votos nulos. En las elecciones del pasado 11 de marzo, hubo 1.1 millones de votos nulos en el senado y 1.6 millones en la cámara de Representantes.
Con unas papeleteas electorales simplificadas, sin votos preferentes y con distritos electorales definidos en los que no haya lugar a circunscripción nacional, con unos sistemas profesionalizados para la contabilización de los votos y unos procesos expeditos para la transmisión y la cuantificación de los resultados finales, el país en muy pocas horas podrá conocer realmente cuál es el resultado de las votaciones.
En criterio de un experto consultado por este portal, es inaceptable que “el escrutinio nacional puede demorarse hasta el próximo 19 de julio, día límite que tiene el consejo nacional electoral para emitir las credenciales de los nuevos congresistas que se posesionarán el 20 de julio”.
Que el nuevo gobierno entienda la gravedad del asunto y se comprometa entonces a emprender una reforma electoral de fondo que saque a Colombia de la caverna en la que se encuentra y le brinde a los ciudadanos un sistema seguro, eficaz y transparente.
Publicado: abril 5 de 2018