Las Farc deben ser perdonadas, pero después de que confiesen sus delitos y pasen una larga temporada en la cárcel.
A pesar de que el gobierno intentó de todas las formas posibles sacarle punta política a la visita de 4 días de Su Santidad el papa Francisco a nuestro país, ésta se desarrolló sin desmarcarse de su propósito pastoral y espiritual.
- Sobre los propósitos del gobierno, lo invitamos a leer El Santo Padre.
La presencia del papa Francisco fue un bálsamo para todos los colombianos. Su mensaje, una oportunidad para reflexionar de manera íntima y personal sobre la espiritualidad de todos y cada uno de los colombianos.
Pero la vida continúa y los problemas, que estuvieron en el congelador durante la estadía del máximo jerarca de la Iglesia en Colombia, deben seguir siendo afrontados.
Claro que la sociedad debe reconciliarse y superar la maligna polarización en la que nos encontramos por culpa de Santos, quien se encargó de fomentar el odio y la exclusión desde el mismo instante en que asumió el poder.
El primer paso debe darse a través de la justicia. Reconciliación y justicia no son materias contradictorias. Mientras los peores criminales sigan haciendo alarde de la impunidad con que fueron cobijados por el gobierno, será imposible sanar las heridas.
Las víctimas de las Farc reclaman que los causantes de su dolor reciban algún tipo de castigo y aquella exigencia se puso de manifiesto en el plebiscito del 2 de octubre, cuando la mayoría ciudadana votó en contra del acuerdo entre Santos y la banda terrorista de las Farc, acuerdo que trae consigo un nocivo mecanismo judicial llamado jurisdicción especial de paz que es la materialización de la injusticia, pues los autores de los peores crímenes como secuestros, masacres, desplazamientos forzados, reclutamiento de menores y narcotráfico, recibirán sanciones simbólicas y no tendrán penas privativas de la libertad. En el peor de los casos, serán “castigados” con restricciones a la movilidad, teniendo municipios, departamentos o a Colombia por cárcel.
Reivindicación de la verdad
Lo dijo el papa en Villavicencio: “En todo este proceso, largo, difícil, pero esperanzador de reconciliación, resulta indispensable también asumir la verdad”.
Y la banda terrorista de las Farc no ha dado la más mínima señal de querer confesar los motivos reales por los que azotaron durante décadas a la sociedad colombiana. Desde que Santos los convirtió en interlocutores políticos, esos delincuentes han concentrado sus esfuerzos en desfigurar la verdad, tratando de achacarle la culpa al Estado y al “paramilitarismo”. Lo que resulta inaceptable es que hay sectores que empiezan a creer en la guerrilla terrorista.
A las Farc habrá que perdonarlas, pero después de que confiesen sus delitos, paguen con cárcel por los mismos y que reparen con su dinero –fruto de actividades ilegales, como el narcotráfico- a todas y cada una de sus víctimas.
Esto no se soluciona con una tramposa solicitud del narcotraficante alias Timochenko quien de manera oportunista y manipuladora “le imploró” perdón al papa.
Valga traer a colación el caso del sicario Mehmed Ali Agca, el pistolero que atentó contra san Juan Pablo II, el 13 de mayo de 1981.
Agca fue sentenciado por la justicia italiana. Juan Pablo II fue a visitarlo a su lugar de reclusión, lo abrazó y lo perdonó, pero nunca pidió que lo excarcelaran. El asesino debía asumir las consecuencias de sus actos. Bella lección del papa más importante de los últimos siglos: el perdón no puede confundirse con la impunidad.
Que esta visita del papa Francisco a Colombia sirva para que los congresistas que integran a la denominada unidad nacional comprendan que la implementación de los acuerdos espurios, no puede seguir siendo un cheque en banco girado a favor de los delincuentes de las Farc.
Publicado: septiembre 11 de 2017