Nunca está de más hacer un repaso de la historia. Uno de los libros más importantes y completos para conocer a profundidad la barbarie del socialismo, es el Libro Negro del Comunismo, obra escrita por prestigiosos investigadores y profesores franceses cuya lectura es imprescindible.
En esa monumental obra, se plasma una escalofriante radiografía de los crímenes comunistas en el siglo XX. En la URSS, más de 20 millones de personas entre las purgas estalinistas, la hambruna del Holodomor en Ucrania, los esclavos del Gulag. Como afirma Stéphan Courtois, uno de los coautores del libro en mención, «el terror del Estado soviético dejó un saldo de muertos que no tiene paralelo en la historia europea contemporánea».
El régimen de Mao en China, es responsable de entre 45 y 70 millones de muertes, dependiendo de la estimación. Las causas incluyen la hambruna del gran salto adelante (entre 1958 y 1962) que causó entre 30 y 45 millones de víctimas mortales. El resto de muertos fueron causados por la revolución cultural que se materializó en ejecuciones, suicidios forzados y desapariciones.
Los brutales Jemeres Rojos de camboyanos, encabezados por el despiadado Pol Pot se cargaron a más de dos millones de inocentes. La cifra es dramática en términos porcentuales, pues se trata del 25% del total de la población que Camboya tenía a mediados de los años 70 del siglo pasado.
Corea del Norte. Según los analistas, desde 1949, año en el que se instauró el régimen de los Kim y se introdujo la sanguinaria corriente juche, ha habido entre tres y cinco millones de muertes de civiles. La mayoría ocurrió a finales del siglo XX por medio de ejecuciones en campos de concentración, llamados «centros de reeducación». Los disidentes, al decir de Gustavo Petro, fueron «borrados».
Etiopía, además del hambre, padeció su propio terror rojo en 1977. En solo un año, el régimen comunista encabezado por el sádico Mengistu Haile Mariam mató a 750 mil personas. Mariam orgullosamente decía que «la muerte de los enemigos del pueblo es una necesidad revolucionaria».
La expresión tiene un escalofriante parecido a los balbuceos del presidente colombiano que muy frecuentemente se refiere a su «pueblo» y a los que él considera «enemigos» del mismo.
El conteo de muertos del comunismo es prácticamente inacabable. Vietnam 200 mil; Rumania, más de 60 mil; Cuba, 13 mil; Venezuela, cerca de 10 mil.
Muertos por doquier.
Como el SIDA, el comunismo mutó. Ahora se presenta bajo la consigna de «progresismo». Al decir de los campesinos colombianos, es la misma perra, pero con distinta guasca.
Algunos ingenuos aseguraban que lo de Petro se limitaría a decisiones erráticas, a borracheras y salidas en falso bajo los efectos de las drogas. Era evidente y se advirtió oportunamente que no sería así.
Petro es un antisocial forjado en las filas de la criminalidad. Ese es un sujeto que no tiene ningún respeto por la vida humana. Es un psicópata en todo el sentido de la expresión: no siente remordimiento por los daños que causa. Es manipulador, mentiroso compulsivo. En su conciencia justifica los daños que hace. Es egocéntrico y absolutamente antisocial.
Puede que no asesine masivamente como en su momento hizo Stalin en la Unión Soviética. Lo que no significa que en su mente enferma no justifique o fantasee con «borrar» a sus opositores.
El balazo que impactó el cráneo de Miguel Uribe se forjó en la mente de Petro. La idea brotó de su boca y algún salvaje seguidor, delincuente como él, procedió a hacer el trabajo. Al fin y al cabo, Miguel, en palabras de Petro, es un «enemigo del pueblo».
Y claro, como buen bandido, Petro es cobarde. Lleva más de una semana acorralado, tratando de morigerar el asunto, poniendo a los suyos a hablar de otros temas, desviando la atención del crimen y esparciendo todo tipo de teorías con las que alevosamente pretende hacerle creer al mundo que él no tiene responsabilidad alguna en lo sucedido.
Canalla y miserable el sujeto que ejerce la presidencia de Colombia. Empezó por descalificar y criminalizar a sus rivales a través de discursos cargados de iracundia. A algunos ha intentado llevar a la cárcel valiéndose de los servicios de su fiscal de bolsillo. Y a otros, como ocurrió con Miguel Uribe Turbay, pretende «borrar» a balazos.
Los colombianos decentes, trabajadores, pacíficos, salieron masivamente en múltiples ciudades del país para hacer una notificación: la democracia prevalecerá y no permitirán que el progresismo asesino se salga con la suya.
Publicado: junio 16 de 2025