Gobierno tramposo

Gobierno tramposo

Hay jugadas sucias, pero ninguna se parece a la que pretende hacer el gobierno Petro. En medio del naufragio legislativo de sus reformas, y con la resurrección forzada del cadáver de la reforma laboral, el régimen decidió recurrir a su especialidad: torcer la ley y manipular las instituciones para imponer su voluntad. Esta vez, el encargado de la trampa es Armando Benedetti, el hombre más peligroso del país, quien desde el Ministerio del Interior amenaza con convocar una consulta popular por decreto, como si el Congreso no existiera y la Constitución fuera papel higiénico.

La historia es clara: el pasado 14 de mayo, el Senado votó y hundió la consulta que el gobierno quería promover para legitimar su fracasada reforma laboral. 49 votos en contra, 47 a favor. Juego terminado. Pero para Benedetti, acostumbrado a moverse entre sobornos, chantajes y acciones infames, la realidad es algo que se puede reescribir si grita lo suficiente. Ahora dice que «no se leyó lo que se votó» y que eso anula la decisión. ¿Y entonces qué propone? Que si el Senado no corrige el voto antes del 1 de junio, el gobierno sacará un decreto para imponer la consulta a la brava

Es una barbaridad jurídica. Un atropello institucional. Un intento descarado de imponer un mecanismo de participación popular por la vía de la trampa y el abuso de poder. ¿Desde cuándo el Ejecutivo se arroga la facultad de interpretar los vicios del Congreso? ¿Desde cuándo un ministro se autoproclama juez constitucional? ¿Desde cuándo un gobierno tiene la osadía de usar un decreto para saltarse una votación del Senado?

Que no se engañe nadie: esta no es una discusión jurídica; es una estrategia política sucia, desesperada, de un gobierno que ya entendió que no tiene mayorías ni legitimidad, y que está dispuesto a pasar por encima del Congreso, de la justicia, de la Constitución y del país con tal de sostener su delirio ideológico. Y como siempre, ponen al frente al más ruin de todos: Armando Benedetti, el sujeto que lo sabe todo, que lo ha grabado todo, que lo ha negociado todo, y que sigue ahí, empoderado por el miedo que infunde y la información que posee y con la que tiene la posibilidad de hundir para siempre al vicioso depravado que rige los destinos de Colombia.

Benedetti no es un ministro; es operador del crimen. Es un tipo sucio, chantajista, temible. Es el hombre que lleva años oliendo el poder como un perro rastreador, capaz de adaptarse a cualquier bando con tal de sostener fichas suyas en la nómina y que le sirvan para mantener con vida su aparato de corrupción. En cualquier democracia decente, Benedetti estaría a buen recaudo de las autoridades penitenciarias. En Colombia, lo premian con el Ministerio del Interior y lo dejan amenazar al Congreso con impunidad.

La consulta por decreto no solo es ilegal: es profundamente inmoral. Pretende legitimar en las urnas una reforma que ni el propio Congreso acepta, utilizando un falso disfraz de democracia directa para imponer una agenda que no tiene sustento ni técnico ni constitucional. Es la manipulación del pueblo al servicio del poder. Es populismo de alcantarilla. Y es, sobre todo, una muestra del estilo Petro: el estilo del atajo, del rodeo, del abuso de las formas para violentar el fondo.

El mensaje que manda Benedetti es claro: si el Congreso no obedece, el Gobierno pasará por encima. Si la ley no sirve, se ignora. Si la Constitución estorba, se estira. Es el lenguaje del poder tramposo, del matón institucional, del caudillo con disfraz de víctima.

Lo más grave es que este tipo de maniobras no son errores: son parte del método. Petro y los suyos han hecho del conflicto una herramienta, de la ilegalidad un hábito y del caos una estrategia. No creen en las reglas: creen en la fuerza. No creen en el diálogo: creen en la imposición. Y para eso, necesitan soldados como Benedetti, capaces de ensuciarse las manos donde otros prefieren no mirar.

Esto no es un gobierno en crisis, es un régimen en ejecución. La consulta no es un mecanismo democrático, es un chantaje político. Y Benedetti no es un funcionario, es un operador de poder al margen de toda ética, que ejecuta sin escrúpulos las órdenes del Palacio.

Lo dijo Benedetti en otro contexto, pero ahora le calza como anillo al dedo: «si yo hablo, se cae el país». Esa frase resume su esencia. Es el hombre que guarda los secretos del régimen, que conoce sus cloacas, que participa de sus trampas. Y ahora está al frente de una amenaza directa a la legalidad republicana.

La rama judicial, el Congreso y los ciudadanos tienen una sola tarea: frenar este intento de golpe institucional camuflado de consulta. Si permiten que el Gobierno pase por encima de la ley, vendrá algo peor: la demolición completa del Estado de Derecho. Petro lo sabe, y por eso empuja. Benedetti lo sabe, y por eso amenaza. El país también debe saberlo, y por eso debe resistir.

La democracia colombiana no puede permitir que un gobierno de tramposos y oportunistas use al pueblo como excusa para consolidar su hegemonía. Si Petro quiere imponer su agenda, que lo haga por los cauces legales. Y si no tiene mayorías, que asuma su fracaso. Lo que no puede permitirse es que la Constitución se convierta en servilleta de caprichos, y que Benedetti siga siendo el verdugo con poder de decreto.

@IrreverentesCol

Publicado: mayo 30 de 2025

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