Así se desarrollará el proceso de elección del nuevo papa

Así se desarrollará el proceso de elección del nuevo papa

La historia de la Iglesia enseña que en 1417 fue la primera vez que la elección del papa fue anunciada por medio de la fórmula latina que reza:

 «Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum [en este punto se pronuncia el nombre de pila del elegido, en latín], Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardenalem [se anuncia el apellido tal y como se pronuncia en la lengua vernácula del elegido], qui sibi nomen imposuit [en este punto se anuncia el nombre papal en latín]».

El elegido: Oddone Colonna, quien gobernó bajo el nombre de Martín V. Su designación fue un evento de enorme trascendencia para la Iglesia católica, pues puso fin al Cisma de Occidente, que durante cuatro décadas había dividido a la cristiandad. 

El pueblo fiel aguardaba con expectativa el desenlace del Concilio de Constanza, convocado para afrontar la crisis provocada por la coexistencia de tres pretendientes al trono petrino. Con la elección de Martín V, se restauró la unidad de la Iglesia y se selló el fin del cisma.

Desde entonces, los cardenales han elegido a treinta y tres pontífices. Ahora se disponen a elegir a quien llene el trono que está vacante desde la muerte de Francisco. En esta ocasión, el encargado de hacer el anuncio desde la logia central de la Basílica de san Pedro será el cardenal Mamberti.

En febrero de 1996, san Juan Pablo II promulgó la constitución apostólica Universi Dominici Gregis «sobre la vacante de la sede apostólica y la elección del romano pontífice». El documento establece las reglas que deben cumplirse durante los cónclaves. 

Reglas básicas: 

  • No podrá elegirse al papa per compromissum, mecanismo utilizado durante mucho tiempo por los cardenales, cuando no lograban ponerse de acuerdo. Esta fórmula consistía en la designación de un grupo reducido de purpurados que se ponían de acuerdo para decidir el nuevo papa. La eliminación de este procedimiento se sustentó porque «su naturaleza conlleva una cierta falta de responsabilidad de los electores, los cuales, en esta hipótesis, no serían llamados a expresar personalmente el propio voto». 
  • Se establece que la elección podrá realizarse por un colegio integrado máximo por 120 cardenales, todos ellos menores de 80 años. Ese artículo no se cumple en la práctica, pues en este momento, por ejemplo, hay 135 cardenales con derecho a participar en el cónclave. Dos de ellos, los cardenales Njue –de Kenia– y el español Cañizares se han excusado por razones de salud. En total, participarán 133 electores. 
  • La elección se desarrollará «dentro del territorio de la Ciudad del Vaticano, en lugares y edificios determinados, cerrados a los extraños… los locales de la Domus Sanctæ Marthæ, como también y de modo especial la Capilla Sixtina y las zonas destinadas a las celebraciones litúrgicas, deben estar cerradas a las personas no autorizadas…».
  • Una vez sea instalado el cónclave, los cardenales no podrán tener comunicación con el exterior. Sus teléfonos serán retenidos, no tendrán televisión, radio ni acceso a la prensa. 
  • En las áreas donde se encuentren los cardenales podrá haber un reducido numero de personas que se encarguen de su alimentación, dos médicos y algunos sacerdotes que hablen diferentes idiomas para oír a los purpurados que quieran acudir al sacramento de la confesión. En ningún caso, esas personas podrán ingresar a la capilla Sixtina, lugar en el que se llevan a cabo las votaciones en las que sólo estarán los cardenales.  
  • Todas las personas que acompañen el cónclave jurarán «observar el secreto absoluto con quien no forme parte del Colegio de los Cardenales electores, y esto perpetuamente…». Así mismo, jurarán que no grabaran, ni tomaran fotografías o harán filmaciones durante el periodo de elección. 

Así serán las votaciones: 

  • Para que un cardenal sea elegido papa, necesita el voto de por lo menos dos terceras partes de los electores. Sobre la base de 133 votos posibles, aquel que alcance 89 votos será la persona que ocupe el solio de San Pedro.
  • Primer día del cónclave: en horas de la mañana se celebrará la misa Pro eligendo papa en la basílica de San Pedro. Después, los cardenales se reunirán en la capilla paulina del Palacio Apostólico y desde allí se dirigirán «en solemne procesión (…) a la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico, lugar y sede del desarrollo de la elección».
  • El primer día sólo habrá una votación. Desde la entrada en vigor de la constitución proferida por San juan Pablo II, ningún papa ha sido elegido en la primera ronda de votaciones. 
  • A partir del segundo día, habrá cuatro votaciones. Dos en las mañana y dos en la tarde. Las de cada jornada, se realizarán una inmediatamente después de la otra. 
  • Al final de cada jornada, se incinerarán las papeletas y las libretas de apuntes que son dispuestas sobre el pupitre de cada uno de los cardenales. 
  • Si al cumplirse la novena votación, esto es, al final del tercer día de cónclave, no se ha elegido al nuevo papa, «dedíquese un día a la oración, a la reflexión y al diálogo».
  • En consecuencia, las votaciones se retomarán en la mañana del quinto día de cónclave. En este punto, Benedicto XVI introdujo en 2013 una reforma a la norma de elección, estableciendo que a partir de ese momento –décima ronda de votación–, los cardenales sólo podrán votar por los dos cardenales que hayan obtenido el mayor número de votos en la novena ronda, «sin apartarse de la norma de que también en estas votaciones se requiere para la validez de la elección la mayoría cualificada de al menos dos tercios de los sufragios de los Cardenales presentes y votantes».
  • En esa eventualidad, los dos cardenales por los que se está votando, no podrán sufragar, luego el número de electores bajará a 130, razón por la que se necesitará de 88 votos para definir al nuevo pontífice. 

¿Cuánto durará el cónclave? 

Los profesionales de la especulación presentan múltiples teorías respecto de lo que sucederá en el cónclave. Lo cierto es que la historia reciente indica que los cardenales llegan a un acuerdo de manera relativamente rápida. Las elecciones más largas del siglo XX tomaron cinco días –Pío X en 1903 y Pío XI en 1922–.

Benedicto XVI –2005– fue elegido en la cuarta votación: primera ronda de la tarde del segundo día del cónclave, y Francisco –2013– en la quinta: segunda ronda de la tarde del día dos. 

Lo anterior no significa que en esta nueva elección se cumplan los mismos tiempos, dado que el papado de Francisco generó inocultables tensiones en la Iglesia. 

Uno de los cardenales más influyentes y respetados es el estadounidense Raymond Leo Burke quien ha hecho preocupantes manifestaciones previas a la instalación del cónclave.

A través de sus redes sociales, ha invitado a los católicos a rezar una novena a la Virgen de Guadalupe escrita por él, en la que se lee: «Suplico por la Iglesia en un momento de gran prueba y peligro para ella… En este momento tumultuoso para la Iglesia y para el mundo, ruega a tu Divino Hijo que los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, Su Cuerpo Místico, obedezcan humildemente a los impulsos del Espíritu Santo…».

Así mismo, el cardenal ha escrito que el proceso previo al inicio del cónclave ha estado signado por la «gravedad». 

Los extremistas aseguran que la Iglesia se expone a un nuevo cisma, afirmación irresponsable que no goza de sustento. Las diferencias de criterio son evidentes. El malestar de algunos cardenales se ha hecho sentir en las congregaciones generales previas al inicio del cónclave. 

Es cierto que el pontificado de Francisco generó profundos debates de orden doctrinario, pero nada de ello permite advertir una fractura en la Iglesia de Cristo. 

Los cardenales tienen en sus manos una gran responsabilidad. Ellos pueden seguir la inspiración del Espíritu Santo y elegir a la mejor persona para dirigir los destinos de la iglesia durante los próximos años. 

Estos son los escenarios posibles : 

  • Primero: que las congregaciones generales previas al cónclave hayan permitido que la mayoría de cardenales lleguen a la votación con una decisión determinada, razón por la que se verá el humo blanco a más tardar en la quinta votación –en la tarde del segundo día–.
  • Segundo: que haya un sector de cardenales dispuesto a bloquear la elección. Si 45 electores se oponen unificadamente a la «candidatura» que vaya liderando los escrutinios, tendrán la fuerza para impedir la configuración de la mayoría requerida.  
  • Tercero: no es acertado dividir al colegio cardenalicio entre «progresistas», «conservadores» y «moderados». El asunto tiene un trasfondo eminentemente doctrinario y teológico. No necesariamente los cardenales creados por el papa Francisco apoyarán a un cardenal con una visión de la Iglesia semejante a la del pontífice que acaba de fallecer. El mejor ejemplo es la del difunto que fue creado cardenal por san Juan Pablo II. Al entrar en el plano «ideológico», sus posiciones políticas son incompatibles entre sí. 
  • La modificación introducida por el papa Benedicto XVI, que tiene la intención de facilitar la elección, puede convertirse en una sin salida dado que, a partir de la octava ronda de votaciones, sólo podrá decidirse entre los dos cardenales con mayor votos obtenidos en el séptimo escrutinio. Si una tercera del colegio se radicaliza, no hay posibilidad de reabrir el abanico para encontrar un candidato de consenso, puesto que sólo se puede decidir entre los dos «finalistas». 

¿El próximo papa será «francisquista»?

Cualquier afirmación al respecto es especulativa. La iglesia no tiene «partidos», pero sí corrientes doctrinarias. Hay cardenales que seguramente tienen el interés de que la Iglesia continúe recorriendo el sendero por el que la introdujo el papa Francisco. Hay otros que tienen serios reparos frente la sinodalidad que tanto defendió y promovió el pontífice jesuita, por no ahondar en su ambigüedad doctrinal. 

Cuando se conozca el nombre del elegido, seguramente se absolverán las dudas y se pondrá punto final a las especulaciones. 

Estos son los cardenales más afines al papa Francisco: 

  • Matteo Zuppi, Jean-Marc Aveline, Luis Antonio Tagle, Víctor Manuel Fernández, Robert Prevost y Mario Grech.

Los cardenales que manifestaron de manera pública sus diferencias con el papa fueron:

  • Robert Sarah, Raymond Leo Burke, Gerhard Müller, Willem Eijk y Péter Erdö.

¿Es posible una «tercería»?

No es fácil determinar cuál es la posición doctrinaria de los 132 cardenales que se alejarán del mundo para elegir al nuevo pontífice. Muchos de ellos no se conocen entre sí. Algunos provienen de lugares alejados del planeta y no son pocos los que no hablan ni italiano ni latín, realidad que los aísla y excluye de las deliberaciones y de los coloquios. 

Sin embargo, hay cardenales muy respetables que, prudentemente, se han mantenido al margen de las controversias doctrinarias y que pueden llegar a ser las figuras sobre las que se fije la atención de los electores. Uno de ellos es el cardenal Guiseppe Petrocchi, italiano de 76 años, creado cardenal por el papa Francisco quien lo elevó al cardenalato en reconocimiento por sus profundos servicios a la Iglesia , particularmente en áreas que ha sufrido los efectos de desastres naturales. 

Como dato curioso, el cardenal Petrocchi fue obispo en L’Aquila, ciudad en la que vivió Celestino V, el primer papa en renunciar al pontificado a finales del siglo XIII. 

También está el cardenal sueco –el único que ha tenido ese país desde el cisma provocado por la secta protestante– Anders Arborelius y el estadounidense obispo de Nueva York, Timothy Dolan. 

En cualquier caso, en este proceso no hay nada escrito ni decidido. Ninguno de los cardenales puede considerarse como el elegido. Desde hace algunos años, cuando se instalan los cónclaves, suele repetirse que «el cardenal que entre creyéndose papa, sale del cónclave vestido de cardenal». 

Los cardenales por continentes: 

San Juan Pablo II afirmaba que hasta el siglo XX, Europa fue la fuente de las vocaciones. En el siglo XX estas emergieron de Hispanoamérica y en el XXI, la fuente ha estado en África y Asia. Esa realidad se ve reflejada en la composición del colegio cardenalicio: 

¿El Espíritu Santo elige al papa?

Al respecto hay una gran confusión que no pocas veces es alimentada por sacerdotes y religiosos. 

La idea de que el Espíritu Santo inspira a los cardenales en la elección del papa no surge de un documento magisterial infalible ni es un dogma de fe, sino que proviene de una comprensión teológica del papel de la divina providencia en la vida de la Iglesia. 

Es importante recordar las primeras palabras de Benedicto XVI cuando apareció por primera vez para impartir la bendición urbi et orbi: «Queridos hermanos: después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor». 

Años antes, él, en su condición de teólogo, había ratificado que «no se debe pensar que el Espíritu Santo dicta al cardenal por quién debe votar. Más bien, le deja mucho espacio para actuar como mejor le parezca, incluso con error».

Dios Creador hizo al hombre libre. Y esa libertad es absoluta y general. Los cardenales no pierden dicha libertad en la elección del papa. 

La libertad es un don de Dios. El hombre puede renunciar a todo, menos a ella: un hombre no puede decidir dejar de ser libre. 

Lo anterior permite afirmar que el papa es elegido por hombres que cumplen la función de electores y no por el Espíritu Santo. 

En el augusto misterio del cónclave, la Iglesia suplica con insistencia la efusión del Espíritu Santo, convencida de que el Paráclito asiste, ilumina y mueve los corazones de los cardenales electores. Esta asistencia, debe subrayarse, no anula la libertad humana, sino que la eleva, purificándola de intereses mundanos y orientándola hacia el bonum Ecclesiæ –el bien de la Iglesia–. En este contexto de oración, silencio y deliberación sagrada, el Espíritu, como ocurrió en la fiesta de Pentecostés, desciende sobre el colegio cardenalicio, no con el fin de imponer una decisión automática, sino para suscitar en ellos el sensus fidei.

El humo blanco

Como se explicó más arriba, la constitución apostólica Universi dominici gregis proferida por san Juan Pablo II para regular el proceso de elección del papa, establece que al final de cada jornada de votación, las papeletas y los apuntes de los cardenales sean incinerados. Cuando no se logra la elección, el humo es negro. Cuando se logra, es blanco. 

La diferenciación de los colores, se estableció por primera vez en el cónclave de 1878, convocado con ocasión del fallecimiento de Pío IX, cuyo pontificado duró más de 31 años y medio. 

Los cardenales consideraron que la mejor manera para mantener informados a los fieles concentrados en la plaza de San Pedro y que estaban pendientes del devenir de las votaciones, era a través del color del humo. La elección de León XIII fue la primera en ser notificada por medio de una emanación blanca. 

Las fumatas negras se producen con una mezcla de perclorato de potasio, antranceno y azufre, mientras que la blanca lleva lactosa, clorato de potasio y resina de pino. 

A partir de esta semana, los cristianos, con gran emoción, esperaremos el humo blanco que confirmará que hay un nuevo sucesor de San Pedro. 

La elección del nuevo papa es un acontecimiento de honda trascendencia para la cristiandad, en el que el corazón de la Iglesia late al unísono, reconociendo en ese momento la continuidad apostólica y la firmeza de la roca sobre la que Cristo edificó su Iglesia que es una, católica y apostólica. 

@IrreverentesCol

Publicado: mayo 6 de 2025

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