En principio pareció como una idea descabellada y, hasta cierto punto, desesperada. Algunos se apresuraron a concluir que es inconstitucional, pero con el paso de los días, se ha convertido en una posibilidad con asidero tanto político como legal: incluir al expresidente Uribe en el tiquete electoral, como candidato a la vicepresidencia de la República.
El análisis debe empezar por la revisión de los requisitos e inhabilidades para aspirar a la vicepresidencia. Dice el artículo 204 de la Constitución que “para ser elegido vicepresidente se requieren las mismas calidades que para ser presidente de la República”.
Enseña la teoría del derecho administrativo, que las inhabilidades son taxativas, lo que significa que aquellas deben estar expresamente previstas y enumeradas en la ley, sin posibilidad de interpretaciones extensivas o analógicas.
Una inhabilidad es una prohibición legal que impide que una persona ejerza cierto cargo público, o acceda a determinada función.
La reelección presidencial está prohibida. En el Acto Legislativo 02 de 2015, Santos -mañoso como sólo alguien de su sucia calaña puede serlo- eliminó la reelección, después de haber comprado la suya con dinero de Odebrecht. Dicha reforma constitucional establece que “no podrá ser elegido presidente quien haya ejercido la Presidencia en cualquier tiempo”.
Yendo nuevamente a la Constitución, el artículo 179 establece las causales de inhabilidad para ser elegido como senador o representante a la Cámara, las cuales se extienden al presidente y al vicepresidente. Estas son: haber sido condenado por sentencia judicial, a pena privativa de la libertad -salvo por delitos políticos o culposos-; quienes hayan perdido la investidura como congresistas, y quienes tengan vínculos familiares cercanos con altos funcionarios del Estado al momento de la elección.
Como puede advertirse, no existe en la Constitución ninguna referencia que indique que quien haya ejercido la presidencia de la República tenga prohibido aspirar a la vicepresidencia, luego en sana lógica, el doctor Álvaro Uribe Vélez, si así lo desea, puede estar en el tarjetón de 2026.
No se trata de una “jugadita”, ni de una maniobra artera, sino del ejercicio legítimo de un derecho. Así como él, Santos podría ser la fórmula de Gustavo Bolívar, Samper de algún vocero del narcotráfico, Pastrana del aspirante conservador o Duque de algún rival de su otrora partido, el Centro Democrático.
Hay quienes llevan años decretando que Uribe es un cadáver insepulto de la política colombiana. Los mismos que hace menos de una década aseveraban que él seria incapaz de derrotar al SI en el plebiscito santista con el que se pretendió imponer el acuerdo con los terroristas de las FARC, hoy son los que dicen que su capacidad y su influencia es marginal. Basta oír las imaginarias cuentas electorales de los “cerebros” de ciertas campañas que posan de independientes, para confirmar lo equivocados que pueden estar.
Uribe, al margen de gustos o disgustos, es un elector imbatible. Y la campaña de 2026 será una confrontación entre dos corrientes claramente identificables: la socialcomunista capitaneada por Petro, y la de la libertad democrática que tiene como líder natural al expresidente Uribe Vélez.
Ninguno de los candidatos de la llamada “oposición” colombiana tiene una marcada posibilidad para ganar. Muchos son políticos con ideas y propuestas interesantes, pero con muy reducida intención de voto. La única manera que tienen para concentrar una mayoría a su alrededor es teniendo a su lado a alguien que ha demostrado ser superior a todas las adversidades, como efectivamente es el doctor Uribe quien, se insiste, no tiene inhabilidad ninguna para aspirar a la vicepresidencia de Colombia.
Publicado: abril 14 de 2025