Armando Benedetti, un ministro censurable

Armando Benedetti, un ministro censurable

La bancada del Centro Democrático (CD) debe hacerle un gran aporte a la política colombiana: intensificar la confrontación con el ministro del Interior, Armando Benedetti, cuya conducta refleja indignidad, bajeza moral, ignorancia y una absoluta falta de escrúpulos. 

La permanencia de Benedetti en el gobierno de Gustavo Petro, pese a graves señalamientos, compromete la ética pública y amenaza la integridad del proceso electoral de 2026. El CD debe elevar la voz y exigir justicia. Son tan evidentes sus desaguisados que incluso una ministra de Petro, la canciller Sarabia, le pide que “se someta a la justicia” (EL TIEMPO, 28/04/2025).

Benedetti, investigado por presunto enriquecimiento ilícito y señalado por Sarabia como autor de una “escalada ascendente de violencia” de género, exhibe un patrón de comportamiento que deshonra la política. En un chat de mayo de 2023, insultó a Sarabia, entonces jefa de gabinete, declarando: “No me voy a referir absolutamente a nada. Desde que ella dejó de ser mi secretaria, no me importa lo que haga hoy día” (EL TIEMPO). Esta frase, cargada de desdén, revela un machismo que reduce a quienes integran su equipo de trabajo a una eterna subordinación, lo más contrario al sistema de ascenso laboral y social que caracteriza una sociedad libre. 

La ignorancia de Benedetti se manifiesta en sus declaraciones públicas. En una entrevista con Eva Rey (Desnúdate con Eva), calificó a Petro de “ensisismado” —un término que evidencia una torpeza lingüística inaceptable para un ministro— y justificó la impuntualidad del presidente como una expresión de su “libertarismo”. Más grave aún, relató que Petro tilda de “fascista” a quien se atreva a reclamarle sus incumplimientos horarios, una actitud que Benedetti no critica, sino que pondera como una muestra de “liderazgo” moderno. Las expresiones de Petro y del ministro retratan el nivel intelectual y el aire ético que se respira en las oficinas y los corredores de Palacio.

Es horrorosa la insinuación de Benedetti sobre su propia influencia electoral. En un chat de 2023, le dijo a Sarabia: “Con Velasco no ganas las elecciones. No hay tiempo para coordinar con los alcaldes y gobernadores” (EL TIEMPO). Interpretada a la inversa, esta frase sugiere que él sí garantizaría la victoria, una confianza que evidencia que no tiene métodos vedados y que sus destrezas incluyen la manipulación del presupuesto para comprar autoridades locales.

Benedetti y Petro ya recurrieron en 2021 a la “manifestación de la P”, financiada con dineros turbios, un precedente que delata sus estrategias electorales corruptas. Su mención de estar “bien ranqueado” en la Fiscalía y que “no va a pasar nada” en las investigaciones en su contra (EL TIEMPO) refuerza la percepción de impunidad de esa alma errante que navega por las instituciones del Estado sin brújula moral, indiferente a las leyes del honor y la empatía.

Benedetti aseguró a Eva Rey que está rehabilitado y no consume alcohol ni drogas. Sin embargo, Sarabia, que lo conoce bien, se muestra escéptica: “Su rehabilitación es auténtica solo si repara a todas sus víctimas” (EL TIEMPO).

El clamor por enfrentar a Benedetti debe ser liderado por el CD en el Congreso, a través de mecanismos como la moción de censura. Benedetti, quien confesó su adicción a las drogas, no puede evadir la justicia mientras ocupa un ministerio, menos aún cuando su historial incluye ataques sistemáticos a mujeres de su entorno familiar y laboral, además de acusaciones de corrupción que reflejan una intolerable falta de escrúpulos. 

Con Petro, Benedetti y el Pacto Histórico, la política colombiana se ha degradado a niveles inimaginables, normalizando la impunidad y el desprecio por las instituciones.

El CD, como oposición, tiene la responsabilidad de dignificar el debate público, promoviendo principios de transparencia y respeto. Confrontar sin tregua la indignidad de Benedetti es esencial, no solo para defender la justicia, sino para proteger la democracia de cara a 2016. Los colombianos merecemos un Congreso que enaltezca la política y el rescate de la bajeza moral en la que está sumida desde el triunfo de Petro y Benedetti.

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